1. Lilia


    Fecha: 23/06/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... hecho prieto y correoso, además se empezaban a manifestar en mí los primeros rasgos e inquietudes de la adolescencia: sombra entre nariz y labios, sudor con olor a hormonas, impulsos de voltear a ver la espalda baja de las mujeres, erecciones nocturnas, agresividad: de competencia con los hombres y de consecución de su favor con las muchachas. En fin, todo eso que ya se sabe. Me llamo Salvador así que en casa me decían Chavo o Chavito. Sin embargo no había habido nada que me aproximara a Lilia. Una tarde mientras hacía un trabajo de la escuela asomó su pizpireta carita y con tono burlón me gritó: -¡chivitoooo! Con seriedad le dije: -Oye escuincla conmigo no te lleves- Pero no sabía yo la clase de culebra que estaba pisando. A partir de ese momento, con una tenacidad increíble no fui para ella más que “chivito” y ese grito burlón me sorprendía a todas horas por toda la casa. Me sacaba de quicio, me enojaba, la acusaba, la regañaban, pero nada, la cosa seguía igual. Para colmo de este mal mi tía recibió una llamada de la abuela de Lilia donde le decía que allá la cosa se había puesto grave, que una de las principales herederas del difunto era la mamá de la niña y que otros parientes que se sentían con más derecho que ella a la herencia habían protestado y ya hasta andaban armados y que. bueno, las dificultades estaban como en Guerrero suelen darse; la cosa es que le suplicaban que los aguantara un poco con la niña y que en cuanto se calmaran algo los ánimos iría alguien a ...
    ... hacerse cargo de ella. Total, drama. Además del drama que yo representaba de adolescente consentido y poseído de enojo fingido. ¡Ah, pero eso sí!. La amenacé con que iba a ver lo que le pasaría si seguía provocándome con su gritito. Cuando acabó mi perorata gritó: -Yo tampoco soy escuincla, chivito. - Y salió corriendo. Pasaron los días. Una tarde estaba escuchando el radio recostado en mi cama cuando de repente: -¡chivitoooo!-. Me levanté y salí corriendo tras ella, pero que va, ¡no la pillaba!, era como tratar de agarrar un gato: corría se retorcía, se agachaba, se parapetaba en los mubles, gritaba, me miraba con burla, . y no podía hacerme de ella. Era el colmo. Yo estaba acostumbrado a los movimientos rápidos y precisos del frontón y nada. Pero la suerte ayuda; al pasar por la puerta de la recámara de mi tía tropezó con el borde de la alfombra y perdió equilibrio y velocidad. Trataba de recuperarlos cuando la alcancé y boté sobre la cama. Me le eché encima para asegurarla, nos quedamos mirando a los ojos unos momentos. En eso me percaté de su calor y de la agitación de su pecho, de lo acelerado de su respiración, de lo entreabierto de su boca y de la sensación tan agradable que era recibir su aliento en la cara y aspirarlo y catarlo. Trató de sacarse pero no la dejé, ella también había sentido o presentido algo y estaba alarmada. Acercando mucho mi cara a la de ella y sin dejar de mirarla le dije: -Si me vuelves a gritar chivito te voy a besar, ¿Lo entendiste?- Me contestó: ...
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