1. El día que jodí con mi madre


    Fecha: 21/03/2019, Categorías: Sexo Interracial Autor: espineta, Fuente: CuentoRelatos

    Me llamo Juan y para no dar su nombre verdadero, diré que mi madre se llama Carmen.
    
    Actualmente vivimos en una gran ciudad. Yo tengo cerca de 40 años y ella pasa de 60.
    
    Mi madre es de altura regular, rubia, no muy gorda, aunque algo rellena, todavía luce unas tetas bastante aceptables, aunque algo caídas, un culo respingón y unas piernas y muslos bastante bonitos para la edad que tiene.
    
    La historia comenzó cuando yo tenía 24 años y ella 42. Se había quedado viuda hacia unos años, yo tenía un hermano mayor que se había independizado y estaba en otra ciudad, aunque a veces venía a visitarnos. Así que los dos solos vivíamos en nuestro piso de la ciudad.
    
    La rutina diaria era que yo me iba a trabajar y ella se quedaba de ama de casa, haciendo las comidas, limpiando, arreglando la casa etc.
    
    Cuando venía yo por la tarde, aprovechábamos para hablar de cómo me había ido el trabajo, ver la tele, leer alguna revista y así esperar para la hora de la cena y después ver un poco la tele y a la cama, a prepararse para la rutina del día siguiente.
    
    En verano, con las puertas de nuestras habitaciones abiertas debido al calor, una vez en la cama, algunas veces desde la habitación donde yo dormía, llegaba desde la habitación de mí madre hasta mis oídos, unos sollozos, que, si agudizaba un poco el oído, más que sollozos eran gemidos, si, si, gemidos de placer. Como es lógico, yo a mis 24 años sabía que mi madre se estaba masturbando. Algunas veces, aunque lo evitaba para que yo ...
    ... no lo oyera, se le escapaba algún gritito de placer y algunas veces, las sesiones eran largas y yo deducía que tenía varios orgasmos y se corría varias veces hasta quedarse totalmente satisfecha. Yo sabía que, por su edad, 42 años, necesitaba un hombre que la satisficiera.
    
    Otras veces, sigilosamente yo salía al pasillo y me ponía al lado de la puerta de su habitación donde la oía perfectamente suspirar y jadear masturbándose. Esto me excitaba muchísimo, mí poya se ponía tiesa y dura como un palo y después de la sesión, me iba a mi habitación a masturbarme y tenía unas corridas sensacionales, pensando en las pajas que se hacía mi madre. Algunas veces, cuando volvía de trabajar, ella me decía:
    
    -anoche tuviste pelea cinco contra uno, hay que ver como estaba la sabana.
    
    Y yo le decía:
    
    -mamá pues tú también la tuviste.
    
    Al decirle yo eso, ella me sonreía maliciosamente.
    
    Así iban pasando los días de ese verano y cada vez miraba más a mí madre, le miraba el culito respingón, las bonitas y torneadas nalgas, los carnosos muslos, las protuberantes y hermosas tetas. Incluso durante el trabajo no podía dejar de pensar en estas cosas y creo que ya estaba deseándola, de poseerla.
    
    Todos los días, al terminar de cenar, y una vez recogida la mesa, mi madre se iba a duchar, dejaba la puerta a medio cerrar y yo desde fuera la espiaba ansioso. La veía enjabonarse todo su cuerpo con el gel favorito dándose frotes en las tetas, en el culo, en el sexo, lavándose bien su rajita. ...
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