1. Las fiestas del pueblo


    Fecha: 11/11/2018, Categorías: Hetero Autor: maeve, Fuente: RelatosEróticos

    ... mucho.
    
    Estaban terminando de dar las diez campanadas cuando llegué al estadio de futbol. Solamente Miguel había llegado antes que yo, y al verme se me quedó mirando de ese modo en el que solo hacía cuando estábamos a solas.
    
    -Estas guapísima- me dijo.
    
    Ese día estaba haciendo muchísimo calor por lo que me había vestido únicamente con un fino vestido corto de tirantes de color blanco y unas sandalias
    
    Yo le di las gracias junto con un par de besos y sentí como se pegó a mi más de lo normal.
    
    -Ese vestido te sienta genial, pero ¿no te parece un poco transparente?
    
    Yo me miré –Yo no veo que se me transparente nada.
    
    -Yo te estoy viendo los pezones.
    
    -Lo dudo mucho- No era la primera vez que usaba ese vestido y sabía que no se transparentaba nada, tal vez se la marcasen, eso no lo iba a negar porque no llevaba sujetador, pero de ahí a la transparencia iba un largo camino.
    
    -Pues te los estoy viendo, créeme- insistió sin quitar los ojos de mis tetas.
    
    -¿Y qué te parece si me miras a la cara? Seguro que así dejarás de verlos.
    
    Miguel respiró profundamente y noté como se le nublaron los ojos por un instante. Seguro que estaba imaginándome a mí, acosada en su cama y solamente vestida con mi escueto tanga blanco, preparada para que me follase con desesperación.
    
    Por suerte Arancha y Fran llegaron juntos y mientras se saludaban no pude evitar mirarle el paquete a Miguel, se le había abultado.
    
    Si solo pudiera sentir atracción sexual por él…
    
    Cuando llegamos ...
    ... a la Plaza se podía respirar el olor de la fritura de pescado, de los chorizos a la sidra, del vino y la cerveza. La música se entremezclaba con las risas y las voces de la gente y automáticamente consiguió olvidarse la incómoda situación que había vivido con Miguel hace unos minutos.
    
    Era imposible encontrar una mesa para cenar, por lo que nos quedamos de pie al lado de la barra y entre raciones y risas fue pasando la noche. Yo había perdido la cuenta de cuantas sangrías nos habíamos bebido, pero debieron ser bastantes porque notaba como el alcohol comenzaba a afectarme. A esas alturas me reía por cualquier cosas y sentía un cosquilleo por las piernas y brazos que solo sentía cuando comenzaba a emborracharme. De pronto alguien me preguntó -¿Te importaría pasarme las servilletas?
    
    Yo me giré y me quedé petrificada. Era el morenazo con el que había estado tonteando por la mañana en el encierro.
    
    Me quedé mirándole unos segundos. No sabía exactamente que tenía ese hombre que me impedía dejar de mirarle, dejar de desearle. Cuando por fin puede reaccionar me volví a girar, cogí el dispensador de servilletas y se lo entregué. No sé si él lo hizo a propósito, pero sus dedos rozaron los míos mientras me miraba a los ojos con intensidad y mi estómago se retorció dolorosamente.
    
    Simplemente me dio las gracias y se dio media vuelta pero no se movió de mi lado, se quedó muy cerca, tanto que de vez en cuando sentía su espalda rozar la mía.
    
    No supe cuánto tardó en girarse pero ...
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