1. Amigos de la niñez


    Fecha: 23/04/2024, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... estupefacta.
    
    —Claro, no tenemos fibra en el pueblo pero me apaño con el ADSL.
    
    —¿ADSL? ¿Para qué quieres tú ADSL?
    
    —Anda ésta, ¿cómo si no iba a conectarme a internet?
    
    —¿Internet? ¿Tú? — no salía de mi asombro.
    
    —Jajaja, pues claro. Me descargo recetas en el portátil, veo el tiempo que va a hacer y chateo con las amigas. Además controlo que me ingresen la pensión puntualmente. Desde que cerró la Caja Rural no tenemos banco en el pueblo.
    
    —Ah — patidifusa me dejó.
    
    Rehaciendo la imagen mental que tenía de mi abuela me conecté al Wifi. Suspiré aliviada cuando apareció el simbolito en la parte de arriba del móvil y empezó a pitar al recibir mensajes. Me senté a la mesa camilla del salón y estuve un par de horas conversando con mis amigas y revisando las notificaciones de Insta y TikTok. Al menos ese rato me sentí como en casa. Lo dejé cuando llegaron mi madre y mi abuela.
    
    —Abuela — la pregunté —, ¿qué se puede hacer en el pueblo?
    
    —Pues poco, hija. En la plaza está el bar de Poli. Ahora en verano saca mesas y cuando se retira un poco el sol se está muy agradable. También puedes ir de paseo hasta el pinar. Está muy bonito. Por las mañanas puedes echar el pienso a las gallinas, tengo doce en el patio de atrás.
    
    —Una juerga, vamos — repliqué.
    
    —Jajaja, no seas quejica. Te vendrá bien el aire puro. Por cierto, ayer me pareció ver a un amigo tuyo. ¿No te juntabas con el nieto del Matías?
    
    —No tengo ni idea de quién es ese.
    
    —Da igual, seguro que te ...
    ... lo encuentras. Con vosotras dos ahora la población ha subido a ochenta y seis habitantes, jajaja.
    
    —Pues voy a dar un paseo, al menos me distraeré.
    
    —Vuelve para la cena, cariño — me dijo mi madre.
    
    He de confesar que disfruté la media hora que tardé en recorrer todo el pueblo. Las cuatro o cinco personas con las que me crucé me saludaron como si me conocieran, con las dos primeras me sorprendí, luego devolví los saludos sin extrañarme. Las calles empedradas eran anchas y frescas, sin edificios, solo casas bajas la mitad de las cuales estaban cerradas y abandonadas. En la plaza encontré más gente. Otras cuatro personas. Dos abuelos se tomaban una cervecita sentados en la terraza del bar cubiertos con sombreros de paja, y dos viejecitas paseaban agarradas del brazo. Al volver a casa pasé por la piscina en la que nos bañábamos de pequeñas. Desde fuera se notaba muy deteriorada, la maleza dominaba el espacio. Llevaba años sin usarse.
    
    Cené con mamá y la abuela. Después me salí a la puerta. Había un poyete al lado y me senté pensando estar un rato antes de subir a la habitación, así que me “acomodé” sobre la dura piedra enredando con el móvil. Por suerte llegaba el Wifi. Estaba inmersa en mis cosas cuando sentí acercarse unos pasos. Levanté la cabeza para desear las buenas noches al viejecito de turno, salvo que me sorprendí al ver a un chico joven viniendo por la calle empedrada. Le saludé al pasar y seguí a lo mío.
    
    —¿Rosa? — el chico se había detenido y me miraba ...
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