1. Heil mama (Cap. 7)


    Fecha: 01/08/2017, Categorías: Fetichismo Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... miembro en su cuerpo, que le haría daño. Pero no hice nada. Estaba paralizado, no podía apartar la vista de la escena y notaba la erección presionando en mis pantalones.
    
    La verga negra entró poco a poco en mi madre, quien la recibía bajando las caderas, moviéndolas un poco de lado a lado para facilitar el proceso. Era obvio que estaba mojada, estaba tan caliente que no le daba miedo el imponente tamaño. El párroco le sobaba las nalgas y las tetas, le lamía el cuello y la besaba. Tal vez yo había subestimado la capacidad de mi madre, o tal vez fue un milagro, si es que a Dios le preocupa que una mujercita blanca pueda ser follada por un gigante negro sin sufrir daños, pero el caso es que le entró entera, hasta los gordos y lustrosos cojones. Se quedó quieta unos segundos, suspirando y gimiendo, asimilando la enrome cantidad de carne que tenía dentro del cuerpo. Después comenzó a moverse despacio, arriba y abajo, cada vez más deprisa, cabalgaba y gritaba de gusto, el tronco empapado en fluidos aparecía y desaparecía dentro de ella. Sus pechos rebotaban y temblaban, cuando el negro no los estaba apretando o chupando. Al cabronazo le encantaban sus tetas, y no era para menos, además de grandes eran preciosas, firmes y llenas pero tiernas, como solo pueden serlo unas buenas tetazas naturales. Eran obra de Dios, una obra maestra, y el sacerdote disfrutaba de ellas con auténtico deleite.
    
    De pronto, el enardecido negro se puso de pie, usando toda la potencia de su musculoso ...
    ... cuerpo. Agarrando las nalgas de mi madre, la empaló en el aire, como yo había hecho con la china Mari en el 24 horas. En este caso, la diferencia de tamaño era aún mayor. El gigante manejaba a mi madre como a una muñeca, ella abrazaba su cintura con las piernas y se colgaba de su ancho cuello, chillando y temblando de gusto. Y como yo había hecho con la asiática, cuando estaba a punto de correrse el padre Josué la puso en el suelo, de rodillas. Ella jadeaba y se estremecía, disfrutando las últimas sacudidas de un prolongado orgasmo. El negro descargó con la punta de la polla metida en su boquita, y ella tragó. Tragó y tragó, una oleada tras otra de espeso semen. Después de que su feligresa chupase hasta la última gota, el cura se dejó caer en el sillón, sudoroso y satisfecho. Mi madre se santiguó, se relamió y miró a su amante con una sonrisa traviesa que yo nunca había visto en sus labios. Le brillaban los ojos, estaba sonrojada y las manazas del negro habían dejado marcas en su delicada piel, sobre todo en el culo, los muslos y las tetas. Sin embargo, en su apretado moño no se había movido ni un solo pelo.
    
    Ya había visto suficiente. Salté al suelo y casi me caigo de boca, pues me temblaban las piernas, estaba un poco mareado y tenía un nudo en la garganta. La sangre me latía en las sienes y lo veía todo a través de una cortina roja. Estuve a punto de volver dentro de la iglesia y sacar a mi madre de allí a rastras, todavía desnuda y acalorada, para que todo el barrio viese ...
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