1. Conseguí follarme a mi hijo


    Fecha: 30/07/2018, Categorías: Incesto Autor: Sinuhe, Fuente: CuentoRelatos

    Soy una mujer de Barcelona de 48 años. Me considero guapa. Tengo unos grandes ojos oscuros, una boca generosa de labios gruesos y soy pelirroja natural. Mi cuerpo es como os lo diría... especial. Soy lo que podríamos describir como una mujer abundante, o más bien gorda. Tengo un grandioso culo y unos muslos enormes, tengo bastante barriga y algunos michelines, pero no tengo celulitis, mi piel es finísima y muy blanca. Me depilo el conejito cada semana para que esté totalmente rasurado y es como una almohadilla de grandes y tiernos labios. Por último, mis pechos, estoy muy orgullosa de ellos pues a pesar de que no son muy grandes son preciosos. Mis pezones son grandes y oscuros y no están apenas caídos a pesar de mi edad y mi peso. Forman un canalillo muy sensual y a mi hijo le vuelven loco. Me pongo terriblemente caliente cuando juega con ellos.
    
    Esta historia empezó un día en que, estando solos mi hijo y yo en casa, al pasar por delante del cuarto de baño, me di cuenta que estaba masturbándose. Todas las madres sabemos que nuestros hijos se hacen pajas, pero esa vez al pararme junto a la puerta me pareció que le oía decir “mamá” entre jadeos. Me quedé extrañada y creí que no lo había oído bien así que me fui a la cocina. Al poco rato mi hijo salió del cuarto de baño y vino a la cocina, sin decirme nada me abrazó y me dio un beso en la mejilla, junto a los labios al tiempo que me decía:
    
    —Qué guapa eres mamá, si no fuera tu hijo, me casaba contigo.
    
    Debo deciros que mi ...
    ... hijo tiene veinticinco años, no es un crío, es muy guapo y muy cariñoso. Esas muestras de afecto eran naturales en él, pero aquel día después de lo que había oído, me quedé un poco azorada. Me dejó sola y fue al salón a ver la televisión, mientras yo me quedaba con mis pensamientos. No sé cómo pasó, pero me puse muy cachonda pensando en mi hijo y en que yo su propia madre pudiera excitarle. Seguía dándole vueltas al asunto cuando noté que tenía los pezones duros como piedras y las bragas empapadas y ya solo tenía una idea en la cabeza, necesitaba que me follaran y quería que fuera mi hijo. Dejé la cocina y fui a mi habitación, al pasar por el salón me acerqué a mi hijo por detrás del sofá donde estaba sentado y acariciándole el pecho, le di un beso en los labios, mientras le decía:
    
    —Cariño, me ha gustado mucho lo que me has dicho en la cocina, si no fuera tu madre... te comería.
    
    Lo dejé en el sofá notando como empezaba a tener otra erección y me metí en mi habitación para ponerme sexy. Me coloqué unas bragas blancas con un orificio central que dejan ver mi precioso y pelado coño y unos sujetadores sin copa que dejan mis pechos al aire, me pinté los labios de rojo sangre y solté mi cabellera sobre mis hombros. Por encima me puse una bata de estar por casa nada excitante. Como ya me imaginaba, mi hijo, no tardó ni cinco minutos en volver a meterse en el cuarto de baño, iba a volver a pajearse, pero esta vez no le iba a dejar, su leche iba a ser para mí. Llamé a la puerta ...
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