1. La reeducación de Areana (12)


    Fecha: 23/07/2018, Categorías: Masturbación Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando Eva entró en el departamento Areana estaba en el living tal como lo había ordenado Amalia: desnuda, en cuatro patas y con el collar puesto.
    
    -¿Dónde está el bolso? –preguntó ansiosa.
    
    -Lo dejé en tu dormitorio, mama…
    
    Eva fue al dormitorio, se quitó las ropas con gestos nerviosos, sacó del bolso el collar, se lo puso y volvió al living en cuatro patas invadida por una intensa calentura. Le resultaba fascinante que a pesar de estar lejos de su dueña necesitaba desesperadamente obedecerla. Sintió que jamás podría engañarla, traicionarla. Sintió que su dueña estaba dentro de ella, de su mente, de su cuerpo, de cada una de sus células, ocupándola entera con su inapelable autoridad. Ya en el living vio que Areana se había echado de costado como se echan las perras, con los brazos y las piernas hacia delante, en perpendicular al torso. Se acercó a ella, adoptó la misma posición y le dijo:
    
    -Me gusta ser de la señora Amalia, ser una perra suya…
    
    Areana la miró y dijo:
    
    -A mí también, me gusta, me excita…
    
    Eva comenzó a sentirse muy excitada. Miró a su hija, deslizó su mirada por ese cuepo adolescente tan bien formado, con esas tetitas deliciosas, con esa curva perfecta de la cadera, con esas piernas largas y tan bien torneadas. Respiró hondo e invadida por un sentimiento de culpa y de vergüenza trató de librarse de ese deseo que la estaba invadiendo.
    
    “No puedo sentir esto”… -pensó. “¡No puedo estar caliente con mi propia hija!...” –se desesperó y fue en ese ...
    ... momento que sus ojos se encontraron con los de Areana, que la miraba con una fuerte tensión reflejada en su rostro.
    
    -Estoy muy… muy caliente… -musitó la niña y Eva tuvo que hacer un esfuerzo titánico para no abalanzarse sobre ella.
    
    -Yo también… -admitió y comenzó a deslizarse hacia su hija hasta tomarle las manos.
    
    -Ay, mamá… -murmuró la sumisita.
    
    -No puedo pensar, hija… Te juro que lo intento pero no puedo pensar… ¡Estoy ardiendo!...
    
    -Yo también, mamá… Me estoy mojando mucho pero… pero no podemos hacerlo sin permiso de nuestra dueña… -dijo cuando una mano de su madre viajaba hacia sus tetas.
    
    Ante lo dicho por su hija, la mano de Eva detuvo el vuelo y la mujer dijo:
    
    -Sí, tenés razón… Yo estaba por… por cometer una locura…
    
    -La locura de hacerlo sin permiso… Yo no siento que sea una locura que me desees, mamá… Yo… yo también te deseo…
    
    -¿Qué hizo Amalia de nosotras, hija?...
    
    -Me gusta lo que hizo…
    
    -A mí también me gusta…
    
    Ambas respiraban agitadamente, como si les costara, y sus voces sonaban algo enronquecidas, mientras empeñaban todos sus esfuerzos en vencer la tentación de echarse una sobre la otra.
    
    -Llamala, mamá… Pedile… pedile permiso…
    
    -Sí… -aceptó Eva y fue en cuatro patas hacia el teléfono. Areana la vio desplazarse y sintió que su ardor aumentaba a la vista del formidable culo de su madre.
    
    -Hola… -dijo Eva y tembló al reconocer la voz de Amalia.
    
    -Señora, ¿puedo hablar?...
    
    -Sí, ¿qué pasa, perra?
    
    -Me… me cuesta decírselo, ...
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