1. Mi madre estaba muy necesitada


    Fecha: 19/07/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ¿Qué tal? Me llamo María y hasta hace poco me consideraba un bicho raro. Hasta hace poco. En concreto hasta que mi hijo me mostró esta página web. Me hizo ver que hay muchas más parejas como nosotros. Mi amor me animó a contar nuestra pequeña historia (lo que más me animó es lo del anonimato), pero como yo no me entiendo con estas máquinas dejaré que sea mi hijo quien escriba. Eso sí, yo lo revisaré antes de mandároslo.
    
    Hola, yo soy Carlos, el otro protagonista de la historia. Como el relato está a mi cargo os lo describiré como yo lo he vivido.
    
    Tengo 25 años y vivo en casa de mis padres. Mi madre 45, estupendamente llevados. Nosotros mantenemos un status social bastante alto. El “otro” es mi padre, con quien nunca me he llevado muy bien ya que llegué de “penalti”. Apenas le veíamos por casa (para nuestra suerte). Eso me convirtió desde pequeño en el “hombre” de la casa.
    
    Mamá y el “otro” nunca se llevaron muy bien. Mi padre viaja mucho por su trabajo, y por lo que me a contado mi madre pronto comenzó a pasar de ella. De esta manera estaba bastante desatendida. Lo suplía con partiditas de cartas con las amigas y con el tenis. Antes mamá se confesaba con Marta, mi hermana mayor, a la que contaba la mayoría de sus problemas. Pero desde que ésta se casó hace cinco años me convirtió en su confidente. Acostumbraba a hablarme de las pequeñas cosas que le ocurrían cada día.
    
    Antes de continuar mi relato he de confesaros que mi madre siempre me perdió. Cuando tenía diez y ...
    ... doce años ya le había magreado algo cuando me bañaba o me acostaba en su cama algún domingo por la mañana. Pero para mi desgracia nunca pasaron las cosas de ahí (¡cuánto tiempo desaprovechado!). Su físico me pone a mil: imaginaros una morena delgadita de 1,67 de estatura, con unas tetazas exuberantes y unos muslos que terminaban en un divino culo redondito. Pasé muchos años reprimiendo mis impulsos de follármela.
    
    Pocos días después de la boda mamá llegó a eso de las seis de la tarde cojeando de la pierna derecha. Me dijo que se lo había hecho jugando al tenis con una amiga. Debido a mis estudios sé bastante de masajes terapéuticos, así me pidió que le diera uno.
    
    - Es mejor que estés tumbada – le sugerí.
    
    La cogí por la cintura y la llevé a su dormitorio. La eché boca abajo sobre la cama, le quité los zapatos y le subí la falda. No llevaba bragas, solo un diminuto tanga que se le colaba por la raja de las nalgas.
    
    Calenté aceite con mis manos, lo unté en su pierna y empecé a masajear en la pierna por la zona dolorida (a la altura del muslo). Con la otra mano ya pasé al otro muslo. Me estaba calentando mucho y mis manos se acercaban cada vez más a la parte inferior del tanga, que apenas podían cubrir su pequeño chochito (que por cierto, lo tenía depilado).
    
    - ¿Cómo te sientes, mamá?
    
    - Bien, bien... sigue... noto mucho alivio...
    
    Con la calentura que llevaba encima no me di cuenta que ya estaba masajeando sus nalgas. Mis manos rozaban la prenda superior de mamá. ...
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