1. Orestes y su esclava. Episodio 1 (versión en película)


    Fecha: 29/06/2018, Categorías: Transexuales Autor: GabrielledelD, Fuente: CuentoRelatos

    EPISODIO 1
    
    El incremento de la delincuencia y la proliferación de bandas armadas, unido a las terribles consecuencias sociales producidas por las malformaciones físicas y psíquicas derivadas de la gran catástrofe, trajeron consigo, como siempre ha sucedido en la historia del género humano, un miedo generalizado en las mayoritarias clases medias.
    
    Si unimos a ello la drástica disminución de impuestos y tasas para contentar a esa masa mayoritaria, aún con la práctica desaparición de servicios sociales, las ciudades autónomas se vieron obligadas a buscar nuevos cauces de financiación para los gastos comunitarios. No es de extrañar pues que la casta dirigente, cuyo autoritarismo estaba sostenido por esa masa media, ausente de toda ética y moral que no fuera su bienestar y el hedonismo, ideara en algunas ciudades-estado, medidas contundentes para solucionar ambos problemas. Ante el aplauso de la inmensa mayoría de la población con derecho al voto, se proclamó la conocida como Ley McLapendon, promulgada a instancias de la legendaria alcaldesa, que restauraba de facto la esclavitud.
    
    A su entrada en vigor, los que eran acusados de cometer delitos contra la propiedad privada o la integridad física de esas amplias capas sociales, si eran definitivamente condenados tras un juicio express, perdían su condición de personas libres, ellos y su familia directa, pasando automáticamente a ser propiedad de la ciudad autónoma. Los hombres en condiciones pasaban a trabajos forzados no ...
    ... menos de 20 años y las mujeres y niños se veían convertidos en esclavos. La administración obtenía pingües beneficios vendiendo a las mujeres y adolescentes de ambos sexos en las ciudades de Oriente. Los niños pequeños también eran objeto de negocio para oscuros fines. Las personas que no podían cumplir esos requisitos se destinaban a trabajos comunitarios. Los inservibles eran sacrificados.
    
    Cada día Orestes buscaba cualquier excusa para salir a la calle y ver pasar a Zoé camino del instituto. Era la hija única de su vecino, un ejecutivo del mayor banco de la cuidad, una pecosa adolescente alta y delgada, de escasos pechos, culo respingón y largas piernas, generosamente exhibidas tras subirse las faldas nada más traspasar la puerta de su casa. Sus lacios cabellos castaño-rojizos enmarcaban una cara aparentemente angelical, pero Orestes creía ver claramente en ese bello rostro la inconfundible faz del vicio. Un protocolario "hola" contestado con un leve movimiento de cabeza de Orestes era lo habitual en ese encuentro matinal.
    
    Viudo y sin hijos, desde su retiro como alto cargo del ayuntamiento vivía cómodamente dedicado a su pasión favorita: recuperar y clasificar libros en papel. Impresionado por la visión de una película muy anterior a esta Era, ante el abandono generalizado de todo lo que significaba cultura no digital, difícil de manipular por la casta dominante, se dedicó en cuerpo y alma a almacenar cuantos ejemplares fuera posible. Cuando sabia de alguna biblioteca, ...
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