1. Serendipia


    Fecha: 22/04/2023, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Chicles, Fuente: CuentoRelatos

    Me inicié escribiendo relatos eróticos hace varios años, cuando estudiaba en la Universidad y cayó en mis manos un juego de fotocopias de un libro con relatos de este tipo. Estaba separado por capítulos, al parecer dedicados a las diferentes mujeres con quienes convivió el autor (no tuve fotocopias de la portada o página legal donde pudiese conocer más datos). En tributo a este recuerdo, publico dos de ellos. Va el segundo.
    
    Esa mañana, después de dejar a tus hijos en la escuela, te dirigiste a la universidad. Habían pasado muchos años desde que suspendiste tus estudios; siempre acudiste puntualmente, hasta que tu primer embarazo imposibilitó que continuaras asistiendo. Pero un año antes de divorciarte, cuando tu hija la mayor cumplió ocho años, volviste a la escuela donde tras muchos trámites aceptaron tu reingreso. Varios de los profesores actuales habían sido tus compañeros de clase y todos ellos te brindaron su apoyo al saber que deseabas terminar la licenciatura. Los jóvenes te veían con sorpresa por tu edad, pero también con envidia pues los maestros te tenían muchas consideraciones. Nunca habías sido una alumna brillante y ahora se sumaban los años de inercia que impusieron tus tareas de madre y ama de casa. Fueron muchas las horas nocturnas (una vez que cumplías con tus obligaciones de madre y esposa) que debiste dedicar al estudio de asignaturas ya cursadas; afortunadamente tus ex compañeros de clase te brindaban asesorías personalizadas cuando se las ...
    ... pedías.
    
    Precisamente por el trato personal que te daban en sus cubículos, te percataste de que también te miraban como mujer: eras bella, bien formada y si había un exceso de carne, ésta se encontraba en los lugares que eran más atractivos para los hombres, quienes, entre explicación y explicación, miraban hacia tu escote o hacia tus piernas. El profesor ante el pizarrón del cubículo y tú, sentada en un sillón al lado del escritorio, sonreías al tiempo que “descuidadamente” cruzabas las piernas para que tu falda corta les permitiera ver tan allá como sus ojos buscaban.
    
    —¿Ya entendiste? —te preguntó Alejandro.
    
    —Sí, creo que ya —contestaste viendo hacia las notas que tenías en el cuaderno.
    
    —Entonces haz este ejercicio —te ordenó, escribiendo en el pizarrón un problema de mediana dificultad.
    
    Cuando él soltó la tiza, tú comenzaste a transcribir el problema en tu cuaderno. Él arrastró un sillón con ruedas en las patas y lo acomodó cerca del pizarrón, quedando frente a ti para disfrutar del excelente panorama que le ofrecías. “Ahora yo te enseño”, pensaste cuando de reojo miraste cómo se arrellanaba en el asiento. Después de cinco minutos y tres líneas escritas, no pudiste continuar.
    
    —No entiendo lo que debo hacer ahora. Ya inicié el procedimiento, pero no sé cómo seguir. Mira... —le expresaste al tiempo que tomabas el cuaderno para mostrárselo.
    
    Él, sin levantarse de su asiento, se impulsó apoyándose en la pared y detuvo el sillón casi frente a ti. Abriste las piernas para ...
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