Cuando nuestro hijo terminó el colegio y se marchó a estudiar al extranjero gracias a una beca, el cuarto que tenemos sobre el garaje quedó disponible de nuevo. Vivimos en una casa grande y bonita, en una de las mejores zonas residenciales de la ciudad. Era casi extraño ver aquella habitación tan vacía. Mi esposo quería utilizarla como almacén. Parecía una buena idea en ese momento, hasta que Julián se lastimó la espalda y se vio forzado a tomar vacaciones forzadas del trabajo. Fue entonces que las deudas empezaron a acumularse, especialmente las médicas, y la lo más lógico era poner la habitación en alquiler ya que necesitábamos el ingreso.
Varias personas estuvieron interesadas por el cuarto pero al final, acordamos aceptar a un joven universitario llamado Gerardo. Él estaba en su año final y necesitaba un lugar tranquilo en donde pudiera enfocarse en la redacción de su Tesis.
Gerardo se mudó a los pocos días y pronto se hizo muy cercano a los dos. Fue de gran ayuda cuando Julián volvió a lastimarse la espalda y estuvo hospitalizado por dos semanas y después en rehabilitación por tres semanas. Ese tiempo también se convirtió en la época de mayores cambios y secretos.
Estaba demasiado estresada entre el trabajo y casa y preocupada por la situación de Julián. Necesitaba un descanso o algo solo para calmar mis nervios. Gerardo estaba en casa cuando llegué y me ofreció una cerveza helada. No acostumbro tomar pero Gerardo me dijo que estaba bien relajarse de vez en ...
... cuando y que él le venía bien después de muchas noches estudiando para los exámenes por no mencionar los problemas personales entre su casa y sus relaciones.
Él también se sirvió una. Estuvimos tomando y charlando un buen rato, hablando de cosas intrascendentes. Cada vez que terminaba la cerveza, Gerardo iba a la cocina y me traía una botella nueva. Después de varios viajes a la cocina, ambos estábamos algo mareados. Me sorprendí a mí misma quejándome con Gerardo acerca de mi vida, mis problemas y de mi esposo.
Gerardo escuchaba atentamente y dijo, “Creo que hay algo con lo que puedo ayudarte a estar más relajada.”
“¿De verdad?”
Estábamos en el sofá, sentados uno al lado del otro cuando me dijo eso. Me trajo otra cerveza fría y tomé un trago largo, pensando en lo que me había querido decir. Me sentía bastante mareada y relajada, pero también algo desorientada. Cuando me recompuse un poco, Gerardo estaba sin sus shorts y mi mano estaba pajeando su verga. Y él me estaba mirando con expresión seria.
“Ahora la culpa te hará apreciar la vida que tienes y el sexo ayudará. Y será nuestro secreto. Recuerda lo que nos enseñan en la universidad… ¿Correcto?”
Sonreí y le respondí, “La interacción social físicamente puede servir como alivio emocional, etc…Culpa, sexo y secretos, Psicología Básica.”
Dicho esto me dispuse a mamársela. Su verga era más gorda y larga que la de mi esposo. Supuse que medía más de 20 centímetros de largo y 7 de ancho, con las pelotas grandes y ...