1. Bacanal con una vecina madura


    Fecha: 14/03/2023, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Thotem, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando mi novia terminara su máster nos íbamos a independizar, a mis veintisiete años a punto de cumplir los veintiocho aún vivía con mis padres. Era un edificio de cinco pisos, mis padres se quejaban de que en estos últimos años solo venia gente grotesca y basura en los pisos alquilados, despotricaban a toda persona recién llegada, en fin, estaban volviéndose viejos. Dos semanas atrás habían llegado unos nuevos inquilinos en nuestro bloque, para ser exactos estaban al final del pasillo.
    
    Mi madre los describía como basura que nadie quiere y nos la endosan a nosotros. Se trataba de una familia de cuatro miembros, dos hijos el marido y la mujer. El matrimonio era cuarentón, los hijos sobre unos dieciocho y el otro unos veinte. Eran estridentes, locuaces, se pasaban el día en la calle, trapicheando y varios intereses culturales; el marido un bebedor profesional. Trabajaba en la construcción, podía verlo en el pasillo lleno de polvo y tambaleante muchas veces, como es de suponer no era por el cansancio acumulado, sino por el ejercicio que conlleva el levantamiento de codo hacía la boca. Era gordo, su cara era como una puesta de sol rojo sangre. Balbuceaba en vez de hablar. Ella era una mujer aguerrida, solida, bien asentada en el suelo, de cuerpo vigoroso, culo redondo moldeado y algo culona, subido a pesar de su edad; sus piernas eran solidas como la piedra; tetuda que parecía que sus pechos estaban adosados a su cuerpo; cara angulosa, labios carnosos de ojos vivaces, ...
    ... morena de pelo y piel.
    
    La veía barrer la escalera con sus pantalones de chándal ceñidos así como su camiseta, siempre de publicidad, de esas que regalan en los supermercados o negocios. La primera vez me llamo la atención, le di los buenos días y ella se me quedó mirando y me contesto “buenos días tenga guapete”. Siempre marcaba tanga y se vislumbraba bajo esa camiseta un sostén de colores estridentes.
    
    La verdad es que la cabrona me ponía, tenía esa ordinariez morbosa. A ella no le pasó desapercibido tal hecho, incluso cuando nos cruzábamos me miraba de forma intensa, descarada y morbosa.
    
    Era sábado, yo salí y al encontrarnos en el pasillo me pregunto si nuestra televisión funcionaba bien, ya que en la suya no podía ver ningún canal, además de no estar nadie esa tarde los suyos porque estaban en el campo de futbol viendo el partido, aunque –remarco- tampoco entendían mucho sobre “los enchufe y to eso que va a la pared”. Dije que si, que nosotros teníamos señal y me pregunto “si podrías tú apañarme la señal”. Me hizo entrar en el pequeño apartamento. Miré los cables y enchufe el cable de la antena. Me dio las gracias y me dijo que me tomara algo, por las molestias. Llevaba un vestido de verano con estampados veraniegos vulgares, ceñida como siempre. Al ponerse al lado de la ventana pude observar que no llevaba sostén, sus pezones se marcaban atrevidos. Me hizo sentar en un raído butacón, abrió la nevera y la vi repleta de cervezas, me dijo que era lo único que tenían en ...
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