1. Autobiografía sexual (Parte 4): La casa de los Romanin


    Fecha: 18/02/2023, Categorías: Confesiones Autor: LorePadilla, Fuente: CuentoRelatos

    Encontrar una última oportunidad para trabajar no fue lo más bonito que me haya pasado ese día.
    
    El señor Romanin, un hombre caucásico, gordo y de 62 años, me entrevistó para ocupar el puesto de sirvienta en su casa, la cual estaba ni muy muy ni tan tan, pero el que fuera de ascendencia italiana me hacía pensar que era de alta alcurnia y que el valor de los objetos de su casa era inmenso.
    
    Le comenté mi situación al señor Romanin y la mejor parte fue cuando el muy amable me hizo la última pregunta de la entrevista.
    
    —¿Tienes algún inconveniente porque tengas que dormir aquí? Tendrías tu propia habitación y la puedes ocupar desde hoy.
    
    Casi lloro de gusto y le respondí que estoy dispuesta y que él no tenía idea de lo encantada que estaba porque era lo que yo buscaba, dónde pasar las noches.
    
    —El trabajo es tuyo —me dijo sonriente y estirando su mano para estrecharla—. Hoy no te molestes en hacer ningún esfuerzo, solo instálate y descansa, mañana temprano tendrás tu uniforme a la entrada de tu cuarto y dispones de todo el tiempo y espacio. La casa está sola la gran parte del día y yo muchas veces no vengo ni a dormir. Mi hijo Gustavo, es joven como tú, de 18 años, llega como en la tarde o en la noche de su escuela entre semana y de sus prácticas de natación los fines de semana, pero no tienes que molestarte en prepararle algo, nunca pide de comer, pero si lo hace, te encargo que me lo hagas saber y sírvele. Me sorprenderá el día que deje de ser un huraño con la ...
    ... gente que no conoce.
    
    —¡Por supuesto que sí! No sabe lo agradecida que estoy. ¡Gracias, gracias, gracias! ¿Cómo podría alguien renunciar a esta oportunidad de oro?
    
    —Por cosas irrelevantes. Además, las sirvientas anteriores ya eran de edades grandes. Por eso, en esta ocasión me decidí por una jovencita como tú. No me falles.
    
    Obedecí, fui a la casa de mi tío por mis cosas (por suerte él no se encontraba), volví a la casa del señor Romanin, me instalé en mi nuevo cuarto y dormí, no sin antes maravillarme de semejante fortuna y apagar mi celular, ya que mi tío me llamaba insistentemente. De hecho, desde ese momento me desconecté de todos. Prácticamente me hice la desaparecida.
    
    A pesar de sentirme a gusto por el nuevo logro, una parte de mí estaba muy suspicaz. «¿Será cierto que renunciaron las sirvientas anteriores? ¿O el las habrá despedido?» pensaba constantemente, sin olvidar lo que me dijo sobre su hijo.
    
    Al siguiente día hallé un uniforme de sirvienta colgado frente a la puerta de mi recámara y lo vestí. Era normal, nada que ver con los de lencería.
    
    Comencé a laborar y más que sobrellevarlo lo disfrutaba. Era como tener mi propia casa, pues hacía lo que yo quería. El orden, la limpieza y el color de la casa estaban a mi cargo, como si fuera yo la dueña.
    
    La visita de Gustavo no era incómoda. Parecía que nunca llegaba, solo escuchaba de mañana el azote de la puerta cuando se iba. Hasta creía que era un fantasma, pero comprobé su existencia una semana después de ...
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