1. Morbo al volante


    Fecha: 28/11/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Había pasado mis noches manejando limusinas y autos de ciudad para un servicio prestigioso en Los Ángeles durante los últimos cinco años, así que no había mucho que pudiera pasar en la parte de atrás de uno que yo no hubiera visto u oído ya. Peleas, drogas, tratos de películas, sexo....mucho y mucho sexo.
    
    La mayor parte del tiempo lo desconecté. Después de todo, el trabajo requería que fuéramos sordos y ciegos a lo que pasara allá atrás, para mantener una distancia profesional con nuestros clientes. Pero estos clientes a los que no había sido capaz de ignorar en absoluto. Me habían remachado desde el primer momento en que los vi, cuando los recogí la semana pasada.
    
    Para los estándares de Hollywood, no eran nada fuera de lo común. Ambos son guapos, elegantes y pulidos. Parecía un poco más joven que él, pero no lo suficiente como para que se me rizaran los labios. Hizo un ping a la empresa. Era puramente bohemia. Alta y ágil, con zapatos que le daban cuatro pulgadas adicionales y una blusa que se desprendía de un hombro desnudo. Habría dado medio año de salario para que mi cabello hiciera lo mismo que el de ella. Profesionalmente arrugado, o pelo de playa, o como sea que lo llamen. Fue muy sexy.
    
    Sin embargo, no fue su aspecto lo que me llamó la atención. Era algo mucho más subliminal. La forma en que su energía se combinó para crear un magnetismo, tanto hacia el otro como hacia afuera, atrayéndome. Susurrando un secreto que no sabía que estaba desesperado por ...
    ... escuchar.
    
    Mientras acelerábamos el 405 hacia su destino en Laurel Canyon, agarré el volante y me recordé a mí mismo de respirar a través de lo que sea que estuvieran haciendo detrás de mí. Sus silenciosas órdenes, sus gemidos de aliento, y los resbaladizos sonidos de su placer, todo ello lamido contra la parte posterior de mi cuello, incitando una excitación voyeurista que goteaba por mi espina dorsal como gotas de lluvia sobre el cristal de una ventana. Me retorcí en mi asiento, buscando alivio y lamentando cuánto tiempo había pasado desde que tuve una buena cogida.
    
    Para cuando llegamos, podría haberme recuperado con dos buenos golpes. Dios, cómo lo había querido. Como lo necesitaba.
    
    El hombre -el Sr. Gallo, según mi itinerario nocturno- había salido del coche primero, con la mirada serpenteando desde la parte de mi pelo hasta los dedos puntiagudos de mis zapatos de tacón, y luego hacia atrás, una pizca de sonrisa sacudiendo las comisuras de sus labios.
    
    "Paula", dijo, mi nombre saliendo de su lengua con la pronunciación correcta. Pow-la. "Pareces sonrojada."
    
    Me habían pedido específicamente esta noche, y el conocimiento me hizo sentir nerviosa e impaciente, con las palmas de mis manos sudorosas y el corazón latiendo con un fuerte golpeteo de bombo. Había tantas razones por las que podrían haberme querido, la mayoría de ellas inocuas: conocía el camino a su casa, les gustaba mi forma de conducir, mi coche no olía a café rancio. Pero después de la última vez, dudé de que ...
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