1. Clases de guitarra


    Fecha: 23/11/2022, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Covid, Fuente: CuentoRelatos

    ... entonces pude verla por completo; al admirarla totalmente desnuda sentí que estaba irremediablemente enamorado de ella, de sus pechos pequeños y sus pezones cafés que contrastaban con su piel blanca, de sus hombros delicados salpicados de pecas, su abdomen ligeramente abultado donde se apreciaba la marca de una cesárea, más abajo su vello púbico parecía ser de color dorado al recibir la luz del mediodía que se filtraba a través de las cortinas delgadas, pero sobre todo me enamoré perdidamente de su increíble culo. Nunca había notado, en parte por la ropa que usaba que estaba dotada de un par de nalgas imponentes, firmes y redondas, del tamaño perfecto y cubiertas por una capa suave de delgadísimos vellos que hacían lucir su piel como un durazno. Supe que tenía que ponerla en cuatro, embestirla desde atrás y ver mientras la penetraba cómo mi pelvis chocaba con esas maravillosas nalgas.
    
    Y así lo hice. La llevé de nuevo a la cama en donde comprendió lo que yo quería sin necesidad de decir una palabra. Colocó su cara sobre la superficie de la cama y levantó su culo dejando su espalda en una sensual curva y esperó pacientemente mientras me quitaba toda la ropa. La penetré sin más juegos. Mi verga entró con facilidad y empecé a embestirla con fuerza mientras apretaba sus nalgas. Alterné el ritmo y me di cuenta que dejaba escapar más gemidos cuando la penetraba lentamente, pero me dijo que volviera a hacerlo rápido porque así, despacio, se iba a venir más pronto.
    
    Tal vez ...
    ... sintió en los espasmos de mi cuerpo que estaba muy cerca del orgasmo, así que se levantó, me tiró sobre la cama y se recostó a lado mío para luego empezar a besarme y frotar mi verga.
    
    Tras un par de minutos y al ver que no me venía se subió sobre mí, tomó mi pene erecto con su mano derecha y lo introdujo en su vagina. No quisiera exagerar pero tengo que describir esa visión. Ella estaba ahí, desnuda y gloriosa encima de mi cuerpo, la ventana a sus espaldas hacía resplandecer su piel y su cabello, el calor de ese mediodía de Junio se fundía con los aromas de nuestros fluidos. Escuchaba sus leves gemidos que sonaban como tiernos quejidos suaves, sentía en mi verga el calor de sus entrañas y tenía las manos llenas con sus deliciosas nalgas. Estaba en el paraíso, era sin duda el mejor sexo de mi vida y no pude evitar imaginar lo que ella estaría pensando, cómo después de clase iría por su hija a la escuela, satisfecha, bien cogida. Saludaría a la maestra, a las personas de siempre quienes no se imaginarían en absoluto que esa mujer recién divorciada, tímida y deprimida acababa de darle una cogida monumental a un veinteañero.
    
    Pensar eso me excitó muchísimo, quería venirme en ella, llenarle la cara de semen, meter mis dedos en su ano y después lamerlos, dar rienda suelta a todas mis perversiones.
    
    Todo eso pensaba mientras la tenía montada sobre mí.
    
    Por último lo hicimos de misionero, en el momento más tierno de la sesión. Nos besamos con delicadeza, me dijo “te amo” aunque ...