1. ¿Volverás a dejar que juegue contigo, Rosalía?


    Fecha: 19/11/2022, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Tenía yo por aquel entonces 42 años. Pasaba de las once de la mañana. Iba vestido con mi ropa de caza, mi gorra, mis botas, mi cinturón con cartuchos del que colgaban tres conejos y llevaba la escopeta de cartuchos al hombro. Mi perro olió algo y salió corriendo. Seguí monte arriba y me encontré con un espectáculo triple. Desde lo alto vi en una cantera a Señora Felisa, apodada la Leona, una vieja de unos ochenta años, viuda, y a señor Antonio, apodado el Trompo, un viejo de su edad, casado, que andaba borracho un día si y otro también.
    
    El viejo le estaba comiendo el coño a la vieja entre dos grandes rocas. A Felisa no le oí lo que le decía al trompo, lo que sí oí fueron los gemidos de Rosalía, una joven pastora de ovejas, estaba apoyada con la espalda a un pino y de espaldas a mí mirando cómo el viejo le comía el coño a la vieja y cómo mi perro se follaba a su perra. Cuando ya mi perro y su perra estaban pegados culo con culo, me di la vuelta para irme, pisé una rama y Rosalía sintió el ruido. Se giró y me vio. Yo vi su falda gris levantada, sus bellas piernas y una mano dentro de sus bragas blancas, que se apresuró a sacar. Después bajó la falda. Se le puso la cara colorada. Cómo ya me descubriera, fui a su lado, me dijo:
    
    -¡No me toque!
    
    Sabía que no debía, pero fui a por ella. Le dije:
    
    -Deja que vea esa mano si no quieres que cuente lo que acabo de ver.
    
    No lo decía en serio, pero ella no lo sabía, así que no se opuso a que le cogiera la mano que sacara de ...
    ... las bragas. La miré y vi dos dedos mojados, se los chupé, y le dije:
    
    -¿Quieres que termine lo que interrumpí?
    
    Bajó la cabeza, y vergonzosa, me dijo:
    
    -No, pero si no le dejo se va a ir de la lengua.
    
    Puse las cartas sobre la mesa.
    
    -No, Rosalía, lo que vi no se lo voy a decir a nadie.
    
    Seguía con la cabeza gacha.
    
    -Si acaba de decir...
    
    Le levanté el mentón con un dedo, la miré a los ojos, y le dije:
    
    -Te engañé, era por conocer el sabor de tu coño.
    
    Me volví a dar la vuelta y me iba cuando me preguntó:
    
    -¿Le gustó?
    
    Sin dejar de caminar giré la cabeza, y le respondí:
    
    -Mucho, tienes un coño muy rico.
    
    -Quiero.
    
    Me di la vuelta y le pregunté:
    
    -¿Qué quieres?
    
    -Que acabe lo que interrumpió.
    
    Volví a su lado, me quité el cinturón con los cartuchos y los conejos, apoyé la escopeta en un pino, me senté sobre la hierba y le dije:
    
    -Siéntate a mi lado.
    
    Se sentó a mi lado izquierdo. La quise besar pero giró la cabeza. Seguía colorada y estaba temblado. Le abrí tres botones de su blusa marrón y la magreé las tetas por encima del sujetador. Volví a buscar su boca, esta vez dejó que le diera un pico en sus temblorosos labios. Le levanté las copas del sujetador y vi sus tetas, redondas, duras, grandes, con areolas rosadas y pezones medianos y de punta. Lamí un pezón, luego el otro... Cuando empecé a mamar la teta izquierda metí mi mano derecha debajo de su falda y dentro de sus bragas. Estaba muy mojada. Comencé a girar tres dedos sobre su ...
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