1. Del tormento al éxtasis


    Fecha: 09/11/2022, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Mi nombre es Begoña. Soy una mujer de 39 años, casada, trabajo en una cadena de televisión local de esas con poca audiencia pero con mucha tarea, precisamente para ir captando esa audiencia. Mi marido se llama Alfredo. Nuestra vida no es monótona, pero sí bastante regulada.
    
    A causa de nuestros trabajo no teníamos una vida social demasiado intensa, Pero sí teníamos un amigo entrañable: Pablo, que llenaba casi todos nuestros ratos libres. Venía con frecuencia a casa, donde jugaba al ajedrez con Alfredo, o a las cartas con los dos. Salíamos los tres a cenar, incluso a bailar ; y bailaba conmigo en lugar de sacar a cualquier otra chica. En fin, Pablito era casi como nuestro hermano.
    
    Por eso lo que sucedió aquella tarde que llegue a casa mucho antes de lo acostumbrado por problemas técnicos en la emisora, me dejó completamente anonadada.
    
    Como suponía que a esas horas; eran las cinco de la tarde; no habría nadie en casa, no me molesté en dar mi acostumbrado grito: “¡Ya estoy aquí!”, sino que me fui directamente al dormitorio para cambiarme de ropa…
    
    El ‘espectáculo que me encontré allí me dejó de piedra: ¡Pablo estaba sobra la cama, a cuatro patas, y Alfredo le estaba metiendo el pene por el culo! Ambos completamente desnudos. Estaban tan ‘entusiasmados’ que ni se dieron cuenta de mi presencia
    
    No sé cual hubiese sido mi reacción si hubiese encontrado a Alfredo con otra mujer, pero el verle en aquella situación con nuestro mejor amigo me llenó de indignación y ...
    ... rabia.
    
    Sobre todo porque en todo el tiempo que llevábamos juntos jamás había tenido el más mínimo atisbo de homosexualidad en ninguno de los dos.
    
    Mi primer impulso fue dar media vuelta y marcharme de allí, tal vez para no volver nunca, pero algo enfermizo me retenía allí mirándoles.
    
    Mi cabeza daba vueltas como un molinillo, sentía que estaba a punto de explotar, pero no podía moverme de allí. ¡Y para más sorpresa e indignación me di cuenta de que, sin entender por qué, mi sexo se estaba humedeciendo!
    
    Aquello me molestó tanto que no pude por menos que saltar:
    
    -¡Sois los dos unos guarros hijos de puta!
    
    Sólo en ese momento se dieron cuenta de mi presencia y se volvieron hacia mí sorprendidos. Yo quería tirarles algo a la cabeza, matarlos… Pero por el contrario sentí que me humedecía tanto al ver la enorme polla de Pablo; que naturalmente nunca había visto antes; que la humedad ya corría por mis muslos. Afortunadamente ellos no podían saberlo, y yo tenía que seguir dando rienda suelta a mi indignación.
    
    -¡Maricones de mierda! –Grité-¡Al menos podíais haberos ido a daros por el culo a otra parte, no en mi propia casa!
    
    -Recuerda cariño –Dijo Alfredo con una frialdad incomprensible-, que también es mi casa.
    
    -Y no somos maricones –Apostilló Pablo-. Por ejemplo: tú nos pones muy cachondos.
    
    -¡Pero qué cara tenéis!
    
    -No amor –Dijo Alfredo-, ven aquí con nosotros y te lo demostraremos.
    
    -¡Pero, pero! –Quise protestar, pero me di cuenta de que mi deseo de tener el ...
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