1. Y pensar que a algunos les gusta


    Fecha: 30/09/2022, Categorías: Infidelidad Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos

    Me llamo Diego y estoy casado con Ely desde hace tres años. Nuestra unión, al cabo de un año de noviazgo, fue consecuencia del enamoramiento mutuo. Tengo treinta y nueve de edad y le llevo cinco. Soy del montón, no se van a dar vuelta para mirarme pero tampoco provoco rechazo.
    
    En cambio ella es una hermosa mujer en el aspecto que uno quiera enfocar. Físicamente muy linda, buen gusto en el vestir sin ocultar pero sin mostrar, educada, culta y sumamente femenina. En el trabajo está bien considerada por su seriedad y eficiencia. Es verdad que su sueldo es modesto pero mis ingresos bastan y sobran para nuestras necesidades, por lo cual su remuneración la usa para darse algunos gustos.
    
    Nuestra unión discurría placentera y apaciblemente en todos los aspectos hasta el día en que una fatídica llamada telefónica trastornó toda la relación.
    
    Una mañana, poco antes del mediodía estando en casa, la llamé al celular por una necesidad que se había presentado en mi trabajo y que ella seguramente estaría en condiciones de asesorarme. Con el aparato pegado a la oreja escuché una voz de hombre preguntando quién era, recibiendo como respuesta
    
    -“Callate es mi marido”, después, sin darse cuenta que habían hablado con la comunicación abierta, respondió.
    
    -“Hola”
    
    En una fracción de segundo sentí asombro, dolor, bronca y retorné al equilibrio, algo francamente milagroso.
    
    -“Hola querida, quería hacerte una consulta. Decime dónde estás así nos juntamos”
    
    -“No te molestes, estoy en ...
    ... un negocio, pero como no tienen lo que busco en unos minutos salgo para casa pues no tengo que volver al trabajo”
    
    -“Perfecto, yo también voy para casa”
    
    Aunque no era una evidencia concluyente, la imaginación se puso totalmente en mi contra. El dolor retornó con intensidad abarcando desde la coronilla hasta el dedo gordo del pie. Doblado por el agobio salí y tomando el auto estacioné en la cuadra anterior a la de casa. Quería verla llegar. Habrían pasado veinte minutos cuando un auto se paró un poco más allá de donde estaba yo, y ella se bajó para continuar caminando. Cuando estaba entrando arranqué y llegué detrás.
    
    Acostumbrado a verla impecable, segura de sí misma, con semblante reflejando su agrado de volver al hogar, me sorprendió su aspecto. Su peinado ligeramente desprolijo, la cara seria y la chaqueta abierta dejaba ver un botón de la camisa abrochado con el ojal de más abajo, como si hubiera salido a las apuradas. Simplemente me dijo “Hola” mientras caminaba directo al baño. Cuando salió me encontró concentrado frente al televisor mirando un partido de fútbol. El resto de la jornada casi no cruzamos palabras. Sin reconocerlo, ambos sabíamos que lo nuestro se hundía.
    
    Y así pasó un mes y medio, ella tratando de que todo volviera a la normalidad pero sin dar ninguna explicación y yo, ante pruebas tan endebles, tampoco podía pedirla. Por supuesto que desde ese momento desapareció nuestra intimidad.
    
    De la misma manera que una casualidad produjera la fractura ...
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