1. Las fases de un proceso sabático


    Fecha: 02/09/2022, Categorías: Intercambios Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Volvía a lucir el sol en ese último día de febrero. Era muy temprano cuando, desnuda en la cama, me despertó la luz de la mañana. Javier ya no estaba. Recuerdo que, en mi somnolencia, se despidió de mí para ir a la oficina con Pablo y poder preparar la conferencia que le alejaría de mí tres días la semana siguiente.
    
    Fui a la cocina completamente desnuda, ensimismada en el recuerdo de los cuerpos cálidos que me llevaron anoche a otra dimensión del placer. El olor a café se mezclaba con el de los cigarrillos caros de Pablo - "Le ha dejado fumar en la cocina" - pensé aceptándolo cuando vi una hoja de la ventana abierta. Abrí el frigorífico para sacar leche y vi el paquete de salchichas. Sonreí con el recuerdo de ver a Cristina con su culito en pompa recibiendo una de ellas en su sexo y cómo, impregnada de placer, mi marido daba de comer con ella al gigantón, como si diera de comer a un niño grande. "Es gracioso, - pensé mientras cogía una y la llevaba a mi boca- nunca me han gustado las salchichas cocidas", y le di un buen bocado.
    
    -Hola, putita- me saludó la rubia de pelo corto desde la puerta, tan desnuda como yo- Me encanta tu culo. ¿Me das un poquito de la salchicha?
    
    Giré sólo la mitad superior de mi cuerpo para que , coqueta de mí, siguiera admirando mi trasero. Ella se acercó con ese andar suyo de pantera y rodeó desde atrás mi cintura con sus brazos mientras acerqué el que ya era un manjar fetiche a sus labios. Tras morder y masticar despacio mientras la ...
    ... observaba, cuando tragó aquel bocado, en aquella misma posición torsionado mi cuerpo, la besé suave.
    
    -Hola, zorrita. Es curioso, nunca me han gustado las salchichas- le confesé mi pensamiento.
    
    -A mí tampo - confesó a su vez ella mientras sus manos subían de mi cintura a mis pechos.
    
    -Fóllame- le ordené deseosa de volver a sentir su lengua, sus muslos, sus pequeños pechos, sus dedos, sus labios, su ombligo, sus caricias.
    
    Me pidió subir a la mesa en la que ayer me dejó su marido bien follada y llena de semen. Cristina abrió mis piernas con suavidad y cuidado, y aunque yo necesitaba urgentemente sexo, muy despacio, acariciaba, desde mis rodillas pasando por mis muslos, mis ingles y los pliegues exteriores de mi vulva. Cada vez que intentaba mover mis manos para obligarla a darme más placer ella paraba sus caricias bucales y me decía:
    
    -¡Quieta, putita! Me has pedido que te folle y ahora lo haremos a mi manera.
    
    Aquellas palabras que vertía a escasos milímetros de mi sexo y mirándome a los ojos fijamente con sus ojos verdes, me desordenaban la conciencia y me provocaban un deseo aún mayor de sentirme lamida, chupada y comida por su boca. Sin duda sabía lo que quería hacer conmigo. Sus labios seguían besando suavemente esas zonas tan sensibles y sentía un placer indescriptible teniendo en cuenta que no había llegado a tocar mi sexo.
    
    Tras un interminable tiempo jugando a haceme sufrir de forma tan placentera, al borde de un ataque de furia sexual, colocó dos de sus dedos, ...
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