1. La madre de Amanda


    Fecha: 30/07/2022, Categorías: Fetichismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... ser tuyas.
    
    —Yo me las encontré por ahí.
    
    —Son de mi hija, verdad, dime ¿Por qué traes sus calcetas?
    
    —No, solo las encontré y… —se me acabaron las escusas.
    
    —Espera un momento —se quita sus chanclas y las mira con detenimiento —cuando entre ¿qué hacías con mis sandalias?, ¿por qué se sienten mojadas?, Axel.
    
    —Yo… es que no sabía que eran suyas, tía, lo siento.
    
    —Dime la verdad, ¿te gusta tomar el calzado de otras personas?
    
    —Bueno… sé que no está bien y lo dejare de hacer, pero no me castigue ni le diga a nadie por favor.
    
    —No te voy a castigar, Axel. Solo necesitaba que digieras la verdad. Ven siéntate —los dos nos sentamos en uno de los sillones de la sala.
    
    —¿Te gusta robar cosas de los demás?
    
    —No, no soy un ladrón.
    
    —¿Entonces te gustan los pies ajenos? —no se ni como contestar a eso. —No tienes por qué avergonzarte chico.
    
    —Es algo que la gente no ve muy bien, lo sé.
    
    —No te preocupes, ese gusto es más común de lo que crees, aunque yo nunca he tenido la oportunidad de darle mis pies a un hombre.
    
    —¿Por qué no? A mí me encantarían, sus pies son muy lindos tía.
    
    —Hay, me alagas Axel, tú ...
    ... sabes que me gusta mucho ir al gimnasio, tal vez es eso lo que te gusta.
    
    —Si solo tuviera la oportunidad me encantaría servir a sus pies. De hecho… —me arme de valor al observar una verdadera oportunidad —tía, ¿me dejarías adorar tus pies?
    
    —Pero tú y yo somos familia, no creo que sea correcto…
    
    —Vamos, por favor tía Rose —ahora me arrodillo frente a ella y tomo uno de sus pies con mi mano. Me acerco lentamente y beso su empeine.
    
    —Axel, pero que haces…
    
    —Está bien tía, se honesta, ¿acaso esto no te gusta? —ahora con mi lengua doy la primera lamida a su hermoso pie.
    
    —Bueno… es algo difícil de explicar. Siempre he querido ser la dominante de la relación y todo ese rollo, pero realmente no sé cómo hacerlo.
    
    —Es fácil, usted manda, hace lo que le dé la gana y yo—su esclavo—la obedezco sin rechistar.
    
    —¿Y tú estás bien con todo esto?
    
    —Por supuesto, ama Rose.
    
    —¿Ama?
    
    —Es así como debo llamarla, ama. ¿Ahora que necesita que haga? —ahí, arrodillado frente a ella, con la mirada baja, sumiso, mi tía empieza a verme con lujuria.
    
    —Realmente me gusto cuanto lamiste mi pie, quisiera que lo volvieras a hacer. 
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