1. La vi crecer


    Fecha: 21/06/2022, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... aniñada, aterciopelada, y un poco melosa, salió del parlante del celular. “Salieron muy bien las fotos Eze”. “Qué bueno”, le escribí con mi mano libre, empezando a acariciarme frenéticamente. Puse el audio una y otra vez. El tono de su voz, por sí sólo, me excitaba. Pero además me traía la imagen de su cuerpo perfecto, cubierto apenas por prendas diminutas y ceñidas.
    
    Eyaculé. Mi leche cayó en mi ombligo, y en mis vellos púbicos. Fui al baño a limpiarme.
    
    Estaba perdido. Siendo ya un hombre maduro, me estaba dejando llevar por fantasías, como si fuese un adolescente. Tenía que ponerle fin a esta locura.
    
    II
    
    Carmen llegó a las ocho de la mañana. Yo le había preparado el desayuno. Cuando se sentó, le hice masajes en el hombro. Me arrimé para darle un beso. Pero ella sacó la cara.
    
    —Basta Eze. Ya hablamos de esto. Nada de besos.
    
    Si había alguien que podía matar las mariposas que revoloteaban por mi cabeza, esa era Carmen. A sus treinta y ocho años todavía se mantenía como la mujer sensual que conocí. Lelu sólo se parecía a ella en algunos gestos que se le habían pegado. Pero si no fuera por eso, sería difícil afirmar que son madre e hija. Carmen es alta, delgada, de pelo rubio, con una contextura física estilo modelito; sin muchas voluptuosidades, pero armónica. A diferencia de su hija, que tenía el físico más tipo vedette, lleno de curvas, además de ser bastante más bajita que su progenitora.
    
    Pero desde que empezó la cuarentena, Carmen se había puesto muy ...
    ... rígida con todo lo referente al contacto físico. Supongo que mantener la distancia es lo correcto. Pero hacía un mes que no habíamos tenido relaciones de manera convencional. Me tenía que conformar con una rápida mamada, o con una copulación donde nuestros cuerpos se unían lo justo y necesario. Carmen no quería saber nada de besos, cuerpos pegados, mezclando fluidos y transpiración. Al ser médica, y tratar todos los días con muchos pacientes, sabía que no sería difícil que eventualmente resultara contagiada de Covid.
    
    Como dije más arriba, probablemente debo atribuirle mi estado mental inestable a la maldita cuarentena. O para ser más justos, a la maldita pandemia.
    
    Carmen tomó el desayuno que yo le había preparado, y fue a bañarse. Puso la ropa que había traído de la calle en el lavarropas.
    
    —¿Cómo la ves a Lelu? —Me preguntó antes de irse a dormir.
    
    —¿Que cómo la veo? —dije, absurdamente paranoico—. ¿A qué te referís?
    
    —Y no sé, en general te digo. —Estábamos en el cuatro. Carmen se quedó en ropa interior. El pelo rubio estaba húmedo—. Viste cómo son las chicas de esa edad. Quieren salir todo el tiempo. Y la pobre de Lelu recién ahora empezaba a gozar de su adolescencia. La agarró en el peor momento la pandemia.
    
    —¿Que empezó a gozar? —pregunté, intrigado.
    
    —No seas tonto Eze ¿Te pensás que no tiene pretendientes? Igual no me refería a eso. Justo empezaba a hacerse amigas, y ahora no puede salir con ellas, ya no va a la escuela, ni a zumba. Su vida social casi ...
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