1. Carretera, testigo de todo.


    Fecha: 16/06/2022, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... Andrés comienza a juguetear con mi cabello, significa nada más y nada menos que está caliente. Como si no lo conociera lo suficiente.
    
    Ya sea en el cine, en la sala de mi casa, en cualquier parte, cuando él entierra sus dedos en mi cabello, sé repentinamente qué es lo que quiere. Y lo más chistoso es que Andrés ni siquiera lo sabe.
    
    Pasó entonces las yemas de sus dedos al lóbulo de mi oreja, acariciándola suavemente, como si apenas y la tocara. Era tan sutil que comencé a estremecerse y los vellos se me pusieron de punta. Más aún cuando bajó a mi cuello.
    
    Las caricias de Andrés tienen ese no sé qué que te hace perder la razón sin importar en qué lugar te encuentres.
    
    Me mordí el labio, mirando nuevamente hacia afuera. Pasamos por las concurridas calles. No podía concentrarme cuando él ya estaba tocando mis hombros por encima del suéter.
    
    ¿A dónde íbamos con todo esto?
    
    Era hora de que yo lo averiguara. De pronto, sin pensarlo mucho, llevé mi mano hacia su pierna y la acaricié. De arriba hacia abajo, con mucha lentitud.
    
    Él dejó de tocarme cuando yo acaricié su entrepierna por encima del pantalón. Presté especial atención en su rostro, que no perdía de vista el frente.
    
    Estaba mordiéndose el labio. Su expresión me estaba provocando placer.
    
    Hice movimientos circulares sobre su entrepierna antes de correr el cierre hacia abajo. Pude palpar su bulto debajo de la tela de su ropa interior.
    
    Lo tomé entre las manos y lo froté. Andrés dejó escapar un gemido ...
    ... tan sensual que casi me desmayó en ese momento.
    
    Así que continué haciendo lo mío, en vista de que le había agradado. Pero, esta vez, bajé el resorte de su bóxer y pude sentir su piel. Poco a poco, podía ver cómo crecía, justo en mis manos.
    
    —Eva, ¿qué me estás haciendo? —Me preguntó, dirigiéndome una miradita pícara, tratando de sonar inocente.
    
    Me relamí los labios.
    
    —Nada —Respondí, acercándome a su oído y susurrando—, sólo procura no chocar el auto.
    
    Andrés respiró profundo a la vez que yo echaba un último vistazo para comprobar que ninguno de los peatones me podía ver.
    
    Entonces, me abalancé sobre su miembro y lo lamí. Con mucha delicadeza, pasé mi lengua por la cabeza, dibujando espirales. Después, bajé hasta los testículos y apenas y los succioné, sin perder la calma en ningún momento.
    
    Mi gran plan era que Andrés se desesperara por lo lento que lo hacía. A él le gusta que vaya rápido, pero esta vez no podría obligarme de ninguna forma, pues debía estar atento a la carretera.
    
    Ahuequé sus testículos con una mano, y con la otra, me llevé su miembro a la boca. Lo metí y lo saqué varias veces, salivando, asegurándome que estuviera bastante húmedo.
    
    Él bajó su mano hacia mi cabeza y hundió sus dedos en mi cabello mientras yo seguía lamiéndolo.
    
    —Métetelo todo —Me ordenó con la voz entrecortada.
    
    —No —Musité, e incluso bajé la velocidad.
    
    —Eva —Me pidió nuevamente—, hazlo ya.
    
    Entonces me miró y yo negué con la cabeza. Jamás lo había visto tan ...