1. Conectados


    Fecha: 23/05/2022, Categorías: Masturbación Autor: Vicente84, Fuente: CuentoRelatos

    Entonces saqué su mano de encima de mí y me giré, a la vez que envolvía la sábana sobre mi espalda. Otra noche de inquietud y dudas, de sentir que todo el esfuerzo se desvanece en una eterna espera por esa palabra o gesto. Tanto más atractiva es la pared del fondo de la pieza, con sus infinitas posibilidades que mi mente puede proyectar, imaginando todo eso que simultáneamente pasa en este preciso instante, en esta helada noche.
    
    Tiendo a pensarte, imaginarte sola, con el mismo desvelo y girando en ti misma. No me cabe en la cabeza que no sientas las caricias que van recorriendo mi cuerpo en este minuto. Que tu piel no reaccione y tu respiración no se agite.
    
    Acá todos duermen, todos menos nosotros, pero no estás. Eso parece, sin embargo, sientes como mi mano recorre el elástico del viejo buzo que uso de pijama, y así baja por la cuenca entre mi abdomen y cadera. Respiras más profundo, así te giras incómoda ante esta sensación de deseo prohibido, mientras tus manos emancipadas empiezan a recorrerte suave y lentamente.
    
    El amparo de la soledad nos libera, acá estamos cada cual con sus pensamientos y sus deseos profundos. ¿Cómo será cuando nos veamos? Será que en el fondo de esas sonrisas está la complicidad de la memoria de la piel, de cuando el contacto se vuelve más claro y decidido.
    
    Así voy poco a poco, gozando este enredo mientras con mi mano decidida agarro la base de mi pene y a tu mismo ritmo empiezo el trabajo de sentirte a distancia. Sé que estás ahí, libre ...
    ... en tu casa, frotándote entre almohadas y con la mente a mil por hora. Lo que daría por entrar en tu cama, tomarte un pie y olfatearte lentamente, desde tu empeine hasta tus caderas.
    
    Siempre he creído que el tobillo, y en mayor medida la rodilla, son los diques que enfrenta el placer para recorrer las piernas. Como caja fuerte, se deben escuchar y sentir hasta descifrarlos, solo ahí estarán tus muslos a mi disposición.
    
    La simple idea estacionar mi cabeza entre tus piernas, me provoca un latido intenso, así como una erección cada vez drenada. Puedo imaginar nítidamente el aroma que comienzas a desprender, así como el movimiento nervioso de tus labios.
    
    Tus nalgas reciben hambrientas mis manos que las aprietan con fogosidad, en ese instante te giras y quedas boca abajo. Juntas tus manos firmemente para cargar todo tu peso sobre ellas y así comienza este vaivén en que fusionamos nuestras sombras. Yo acá, tu allá, tocándonos cada vez con más ímpetu.
    
    Tu pelvis lentamente se retuerce sobre tus puños que reciben el peso de todo tu cuerpo, puedo ver tu sonrisa cómplice mirando la ventana, buscándome. Por mi parte, voy apretando más y más fuerte, incluso añado un toque de aceite para aumentar esta sensación.
    
    Imagino tu cara desfigurándose, saliendo de esa compostura que siempre debemos sostener cuando nos vemos y que los dos sabemos incompleta. Soltando tus emociones atascadas. ¡Háblame! Te estoy escuchando… Cuéntame esas cosas incorrectas del día a día, esa inseguridad y ...
«12»