1. Al pie de un alcornoque


    Fecha: 03/03/2022, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Recuerdo aquel día que ella me había pedido que la llevara en coche a dar un paseo por las montañas del interior de Lugo. Era una todavía cálida y soleada mañana de primeros de Otoño. Conducía por una solitaria carretera flanqueada por un verde bosque de castaños y robles. Brillaba el sol. Charlábamos y reíamos de mil cosas mientras yo conducía y ella iba cómodamente sentada en el asiento de al lado. Llevaba una falda de colores y una blusa blanca con los botones de arriba desabrochados de forma que desde mi posición detrás del volante, al mirarla podía ver el inicio de sus pechos cubiertos por un sujetador blanco, al tiempo que sus piernas quedaban al descubierto hasta la mitad de los muslos. Eran unas preciosas y morenas piernas entreabiertas y, aunque no las veía, podía imaginarme el triangulo formado por sus bragas, que yo imaginaba blancas, abrigando su sugerente sexo.
    
    Cuando llevábamos un largo rato de carretera, puso su mano encima de mi pierna.
    
    ¬¬—Cuando puedas para. Tengo que hacer pipí —me dijo.
    
    —Vale. Yo también —respondí.
    
    Continuamos en silencio, hasta que encontré un recodo en la carretera y paré el coche sobre el arcén. Nos bajamos y nos adentramos en el bosque para buscar un lugar discreto para aliviar nuestra vejiga sin que nadie nos viera desde la carretera. Al adentrarnos entre aquella inmensa arboleda oímos el ruido del agua de un arroyo.
    
    —Parece que hay un río cerca. Vamos a verlo —sugirió.
    
    Caminamos durante unos centenares de ...
    ... metros y llegamos a una pequeña explanada cubierta de hierba verde y centenarios alconornoques, que extendían sus inmensas ramas sobre un arroyo de agua cristalina. Era un sitio precioso y solitario donde nadie podía vernos.
    
    Ella caminaba unos pasos delante de mí. Al llegar al lado de uno de los alcornoques de inmenso y, seguramente, centenario tronco, se paró; se volvió hacia mí y, sin darme tiempo a decir nada, se llevó las manos a la falda y mirándome a los ojos se las subió al mismo tiempo que se bajabas las bragas, eran blancas también, cómo había imaginado.
    
    —Aquí mismo, no aguanto más —dijo sonriente y sin dejar de mirarme.
    
    Por un brevísimo momento pude ver sus torneadas piernas hasta la ingle donde una hermosa mata de vello negro cubría tu sexo. Aquella brevísima visión me excitó, al tiempo que me quedé perplejo de que se pusiese a mear delante de mí. Para no parecer que me había quedado cortado yo me baje la cremallera, me saqué el pene, me gire hacia un lado y me puse a aliviar también mi vejiga.
    
    Cuando estaba terminando, sin darme cuenta que ella ya lo había hecho y se había subido las bragas, me sobresalté al notar que su cuerpo se pegaba a mi espalda y con una mano tomaba mi miembro y empezaba a masajearlo. Yo me quedé inmóvil dejándola hacer, estaba duro y agradecía aquella caricia Eché los dos brazos hacia atrás agarrándola por las nalgas y apretándola contra mi cuerpo. Ella seguía masajeando mi erecto pene y un placer intenso embargaba todo mi ...
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