1. Placeres peligrosos (II)


    Fecha: 20/02/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Berni, Fuente: CuentoRelatos

    Es aconsejable leer primero "Placeres peligrosos".
    
    El busca la arrancó de su pesadilla, aun así el brusco despertar le impidió por un instante reconocer donde se encontraba hasta que el golpe que se dio en la cabeza con la litera la devolvió a la realidad.
    
    Desde la fatídica noche, las pesadillas eran constantes, incluso durante el breve sueño, cuando las guardias se lo permitían. Cristina se lavó la cara y los dientes, luego se peinó y acudió a la sala de urgencias. Deseó que no fuera nada grave y poder retomar el sueño que tanto se resistía en los últimos días a apaciguar su espíritu.
    
    El hombre de la cara ensangrentada, al ver a la neurocirujana se quedó estupefacto y sin poder hablar.
    
    —¿Qué le ocurre? —preguntó, pero el paciente parecía estar en shock y le costaba articular las palabras, por lo que la doctora pensó que se debía al traumatismo. A continuación, la neurocirujana se dirigió a la residente.
    
    —¿Qué tenemos? —le preguntó.
    
    —Varón, treinta y siete años. Accidente de coche. Ha sufrido un traumatismo en la cabeza y tiene una brecha. Está consciente y hasta hace un momento parecía encontrarse bien, —le informó la residente.
    
    —Muy bien. ¡Límpiale primero la sangre de la cara, —le ordenó mientras ella le echaba un vistazo a la brecha de la cabeza. —No parece grave, de todos modos le haremos un escáner por si hubiese alguna lesión interna, —le informó.
    
    La residente terminó de limpiarle la cara ensangrentada y le preguntó a su superiora si se lo ...
    ... llevaban a hacerle la prueba, pero vio que la doctora miraba fijamente al paciente con los ojos abiertos como platos, al mismo tiempo que el hombre observaba a la neurocirujana con mirada apocada.
    
    —¡Cósele la herida y llévalo luego a hacerle el escáner. Cuando esté, me avisas!—le ordenó a la residente, y con una mirada capaz de fulminar, abandonó la sala sin decir ni una palabra, por lo que la doctora residente se quedó perpleja ante una antipatía que era anormal en su superiora.
    
    Estaba segura de que conocía al paciente, y de ahí su actitud. Habría jurado también por su frialdad que aquel hombre no era santo de su devoción y algo había pasado entre ellos que desconocía, de manera que mientras le hacían la prueba concertada, la residente fue a hablar con su superiora por saber si la podía ayudar en algo.
    
    —¿Conoce a ese paciente? —le preguntó.
    
    —Sí.
    
    —Por lo que he visto, parece que no le cae muy bien, —manifestó, pero la doctora hizo caso omiso a su comentario.
    
    —¿Le ocurre algo? —le preguntó amablemente.
    
    —Nada que te importe, —le respondió tajante, y su residente se quedó confusa y extrañada ante la conducta inusual de su superiora, y frente a sus escasas pretensiones de abrirse, abandonó la estancia.
    
    Al cabo de treinta minutos bajó la doctora a hablar con el paciente que permanecía a la espera con los nervios a flor de piel.
    
    —No tienes lesiones internas. No todos podemos decir lo mismo, —le dijo en un tono adusto y se dio la vuelta dando por zanjada su ...
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