1. La noche en Cabo Frío


    Fecha: 08/02/2022, Categorías: Incesto Autor: MORADO SUBIDO, Fuente: CuentoRelatos

    Nos habíamos quedado solos en la casa de mi abuelo cerca de Cabo Frío, mi abuelo había salido esa noche hacia Río de Janeiro y no volvería debido a sus asuntos de embajada hasta una semana después; el personal doméstico se había retirado, mamá y yo nos quedamos después de cenar en la galería frente a la inmensidad de la noche, frente a nosotros la laguna de Saquarema encerrada entre montañas, el firmamento estrellado y lejana una guitarra sonando “zamba”, la brisa cual caribe, juagaba con su corto vestido rojo de breteles, mostrando de vez en cuando su tanga blanca enmarcando las caderas. En mi reposera seguía leyendo los libros de poesías que iba y venía a buscar hasta la biblioteca; en un momento mamá se ofreció en traerme un trago fresco, le dije que sí y al incorporarse de su hamaca, su tanga era apenas un hilo calzado entre sus muslos dorados.
    
    Me incorporo de mi hamaca para pedirle que mi trago sea un simple jugo de guaraná helado, cuando a través del ventanal la descubro apoyada sobre la pared, llevando sus dedos después de acariciar su vulva hacia sus labios, la veo excitada cerrando sus ojos y uno de sus senos se escapa de aquel camisolín rojo.
    
    ¿Se ha excitado pensando quizá en su viejo amigo Reinaldo al que volvería ver después de años, en su novio Mingo que había quedado en Bs. As. en el bóxer blanco que yo llevaba puesto dibujando mi bulto en la noche?, pero no creo que sea pensando en el cornudo de mi padre, que siempre le recordaba llevar preservativos, ...
    ... mientras se quedaba en Bs. As.
    
    Laura, mi madre estaba ardiendo y no dejaba de ser casual frente a semejante espectáculo en la noche de Cabo Frío.
    
    Volví a mi hamaca y la esperé acariciando mi bulto, sensualmente me acercó el trago inclinándose hacia mí y provocando que a mis ojos sus lolas cayeran insinuando sus pezones, sus piernas rozaron mi brazo y dándome la espalda se volvió a su hamaca, sobre sus muslos bronceados la tanga blanca y desprolija era una mueca de provocación a mis instintos; poco después la sentí dormida.
    
    —Me quedé dormida, me voy a la cama, hasta mañana amor
    
    —Hasta mañana ma, me quedo leyendo un rato más, la noche tiene poesía
    
    —Pedí un deseo…, acaba de pasar una estrella fugaz
    
    —Hmmm, pedilo vos. Insinué volviendo a acariciar mi bóxer.
    
    Creo que en ese momento dejé de ver para siempre a mi madre como madre y se convirtió en una mujer deseable, y para lo lascivo de su mirada también dejé de ser su hijo para convertirme en su pecado más furtivo, su encendido deseo, el cómplice de sus vidas de cortesana, de puta ante mis ojos y para lo más perverso entre nosotros, desde esa noche en Cabo Frío nada sería igual.
    
    Ya no éramos madre e hijo, éramos una misma intención en la noche, aunque yo soñaba con mi primera novia, con mis poesías, la deseaba, ella era lujuria desatada abiertamente a la excitación de sus deseos sexuales. El incesto ya estaba delante de nuestros bajos instintos.
    
    Había leído por ahí: “que lo hombres traicionan porque está en ...
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