1. Independizarse


    Fecha: 01/01/2022, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... preparaba las vueltas. Mientras la mujer del culo perfecto recogía las cosas que había sacado de su bolso al buscar el dinero, a la cajera, que iba con prisas para que se no le hiciese aun más larga la cola de clientes, le dio tiempo a pasar mi compra y cobrarme. La verdad es que no sé porque lo hice. No sé si fue un gesto de caballerosidad, si esperaba algo a cambio, o simplemente lo hice porque la espera en la caja comenzaba a ponerme nervioso. Lo que si sé, es que este gesto fue el detonante de todo lo que vendría después.
    
    Aquella mujer no paraba de darme las gracias, con una sonrisa blanca en su boca que contrastaba con su piel oscura. El supermercado está en un sótano de un centro comercial y mientras caminábamos hacía la salida ella me insistía en que la esperase cinco minutos, que iba al banco y me pagaba. Yo decía que no, y ella decía que si. Dejé que pasara delante de mí en las escaleras mecánicas, ya que yo me sentía más que pagado si veía su trasero por pocos segundos más. Fuimos saliendo a la calle y la mujer seguía empeñada en pagarme. Yo le decía que no importaba, que no se molestase. Vi que iba muy cargada con las bolsas y aunque ella no quería que le ayudara en eso también, acabé por cargar con sus bolsas. No paraba de darme las gracias, y me pedía por favor que la esperase, que iba al banco para sacar dinero y pagarme, pero yo seguía insistiendo que no hacía falta. Al final, acabó dándose por vencida.
    
    -“Bueno, si no quieres que te pague, al menos me ...
    ... permitirás que te invite a un café”- dijo. A esa invitación no me pude negar, aunque no reparé en que si ella no llevaba dinero, al final el café lo iba a tener que pagar yo.
    
    Seguimos caminando por la calle, cuando de pronto ella se detuvo en un portal. Al verla, yo también me detuve. Iba a devolverle las bolsas de su compra, a despedirme y a ver por última vez su magnifico trasero cuando ella dijo:
    
    -“¿Subes y nos tomamos ese café?”.
    
    Yo no esperaba que el café fuera en su casa, pero me gustaba la idea, y más después de ver la sonrisa que se dibujó en su rostro cuando me hizo la invitación. Abrió el portal y pasé. Subimos en ascensor a pesar que sólo vivía en un segundo. Era un apartamento pequeño, más o menos como el mío, que estaba un par de calles más abajo. Todo estaba recogido, ordenado. Había muchas fotografías de ella con una niña de unos 8 o 10 años, su hija supuse. Me pidió que dejase las bolsas de la compra en la cocina y que la esperase. Así lo hice. Dejé las cosas sobre la mesa de la cocina y la esperé. No sé donde se había metido, pero me parecía que tardaba. Miré hacia el salón, y a través del reflejo de un espejo la vi. ¡Se estaba cambiando de ropa sin siquiera cerrar la puerta de la habitación! De espaldas a mí, casi a oscuras, lo que más resaltaba era la blancura de unas bragas de las de toda la vida que cubrían ese tremendo culo que había llamado mi atención unos minutos antes en la cola del súper. Seguí mirando en silencio como ella se quitaba los ...
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