1. Con una parejita morbosa


    Fecha: 19/12/2021, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Estaba aburrido aquella tarde, mi mujer se había llevado a nuestros hijos al cine, así que como tantas otras veces decidí entrar al chat para pasar el rato. Me gusta chatear porque soy muy morboso y en el chat puedo serlo discretamente. Suelo entrar en salas de temática sexual.
    
    Llevaba un rato saludando a nicks de mujer en la sala Zaragoza, pero las conversaciones no pasaban de unas cuantas líneas. Suelo ser muy claro y directo cuando chateo y eso no parece gustar mucho a la mayoría de las mujeres. De repente, alguien me saludó desde la sala mazmorra, con un nick que no recuerdo bien, pero que me resultó ambiguo. Pregunté si era perra o perro y la línea siguiente me aclaró que era ambos: perra y perro. También buscaban morbo aquella tarde y habían decidido seguir explorando su lado sumiso. La conversación fue ágil e hizo subir rápidamente la temperatura del teclado: eran pareja, ella 22 y estudiante de fisioterapia, él 30 empelado en no sé dónde; estaban en casa de él y buscaban a alguien Dominante que los sometiese a ambos. Les dije que podía ir a pasar un rato con ellos, que quizá no habría continuidad, pero que sería una sesión satisfactoria si eran realmente sumisos. Para mi sorpresa me dijeron que estaban dispuestos y me dieron su dirección. Sinceramente, no me lo esperaba, nunca había pasado de conversaciones morbosas. Dudé antes de salir de casa: ¿y si era una broma?, ¿y si era un hombre sólo?, la prudencia me aconsejaba quedarme en casa pero el morbo me decía que ...
    ... hay oportunidades que sugen solas.
    
    45 minutos más tarde estaba tocando en el portero automático. Llevaba puesto un vaquero ajustado y una camiseta blanca, sin ropa interior, y mi polla se marcaba dura contra la tela. Estaba realmente excitado y pensar en que pudiesen estar esperándome como les había ordenado solo ayudaba a aumentar mi calentón. Mientras subía en el ascensor alguien en mi cabeza me decía que aquello era una locura y que aún estaba a tiempo de darme la vuelta, pero mi polla palpitaba dentro del pantalón como hacía mucho tiempo que no lo había hecho.
    
    Toque a la puerta con los nudillos. Miraba el reloj de mi muñeca cuando se abrió la puerta y apareció él. Había sido obediente: llevaba puesto un delantal y aparentaba no llevar nada debajo. Pasé sin esperar a que me invitase a pasar, y una vez dentro, me giré para cerciorarme, mientras él cerraba la puerta, de que no llevaba nada más puesto. Pregunté por la perra y me indicó con un leve gesto una puerta que quedaba a mitad del pasillo. Entré y allí estaba ella, de pié en medio del salón: su única ropa era una venda sobre sus ojos y una cuerda anudando sus manos a la espalda; era muy blanca, con una larga melena rizada que caía sobre sus gordas tetas, como queriéndolas cubrir. Era un poquito gorda. No sé porqué la había imaginado delgada. Me acerqué mientras él se quedó en la puerta del salón. Dí una vuelta alrededor de ella, apartando el cabello que cubría sus tetas, observándola bien. Le dí un sonoro cachete ...
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