1. Desembarco en la playa del lavachochos


    Fecha: 09/10/2021, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    Salimos del cine. De la película no puedo opinar, puesto que Mario se pasó todo el tiempo acariciándome las tetas por encima de la camisa, incluso a veces metiendo una mano bajo mi sostén después de haber desabrochado un par de botones, y lo mismo el coño, adentrándose con sus dedos bajo mi falda y mis braguitas. Me puse muy caliente. Así que, una vez en la calle, le invité a mi casa a dormir. Bueno, sí, a follar.
    
    Nada más traspasar el umbral de la puerta, Mario se aferró a mi cuerpo, quiero decir, me abrazó estrechamente, abarcó con los labios toda mi boca, que invadió con su lengua; sólo se separó varios centímetros para poder sacarme la camisa por la cabeza, quitarme el sostén y lamerme las tetas en todas direcciones, deteniéndose en los pezones, que me parecía que hasta los saboreaba. Yo contemplaba sus succiones y mi excitación aumentaba, más, más. Al cabo, terminé por caer de rodillas ante Mario, y, teniendo su paquete hinchado ante mis ojos, no tuve más remedio que abrir la cremallera y liberar el enorme pollón de su encierro; tomarlo del tronco con una mano y llevármelo a la boca para mamar de él: "Humm, humm"; "Aah, ooh, sigue, si-gue; " Humm, humm". Mario se corrió en mi boca: un chorro de semen tibio y gelatinoso me inundó la dentadura.
    
    Alguno se preguntará: y ¿quién es Mario, le comes la polla al primero que se te presenta?; no, no, no, ¡faltaría más!: Mario y yo éramos novios, más o menos. Lo conocí mientras hacía tiempo para entrar a una biblioteca. Me ...
    ... fijé en él: alto, fuerte, media melena revuelta; vestía una camiseta roja de manga corta con el León de Judá seriegrafiado y un pantalón vaquero muy gastado y calzaba sandalias negras de piel. Tocaba su móvil. Miraba al frente. Volvía a tocar su móvil. Y una vez miró al lado. Y allí estaba yo: uñas de los pies pintadas de rojo sobresaliendo de mis chanclas playeras, pantaloncitos cortos vaqueros, camiseta de tirantes, labios pintados de rojo, cabello recogido en un moño sobre la coronilla; en fin, yo. Mario me preguntó algo, no recuerdo qué, luego mi nombre, "María", y se río. Luego coincidimos más veces. Luego me pidió salir; luego nos acostamos. No me olvidaré mientras viva.
    
    Aquella vez fue en invierno. Mario aún vivía con sus padres, bueno, eso decía, yo no los vi, decía que eran muy ancianos y que alguien se tenía que ocupar de ellos en ocasiones. Era invierno. Mario me sugirió que le visitara, ya que tenía interés en que leyera unas poesías que había compuesto; quería invitarme a merendar de paso. Le dije que sí, y me puse en camino. Estaba nublado y un viento de poniente muy desagradable hacia desear permanecer en casa, pero fui. Toqué su porterillo y me abrió sin preguntar. Luego subí al ascensor y di al timbre de su puerta. Mario me abrió enseguida, ataviado con una bata azul. "Hola, María, entra, ponte cómoda", me dijo. Yo le di un beso en cada mejilla alzándome de puntillas y entré. Olía a tabaco y a café, y el ambiente estaba caldeado. "¿Tu padre y tu madre?", ...
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