1. Lujuria & taboo


    Fecha: 05/10/2021, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Aster99, Fuente: CuentoRelatos

    Un poco de suerte y giros repentinos hicieron que la madre de mi novia se hiciera adicta a mi verga.
    
    Nunca he tenido una visión clara del amor, siempre lo he sentido y expresado liberalmente a pesar de mi corta edad y de los tabúes de la ética, religión, filosofías y demases. En momentos de pasión, todo lo que está encadenado puede desencadenarse, y es justamente lo que pasó en esta historia.
    
    Mi familia siempre fue bastante religiosa, mis padres solían ir a la iglesia todos los domingos, tanto era su devoción o como se diga, que casi que me obligaban asistir a misa. Gracias a ello, hoy en día, la iglesia y todo lo relacionado con ella me causa repudio y rechazo.
    
    Lo único en ese entonces que me motivaba ir a ella, era una chica muy bonita que se llamaba Elena, la cual tenía unos ojos pardos grandes, abiertos y una mirada que sentías que te escaneaba prácticamente el alma, su pelo era largo color oscuro ceniza, su sonrisa era muy bonita, como si hubiese dejado de usar frenillos hace poco. Ella era una de las pocas jóvenes que iba a misa y a mí me hervía la sangre cuando la veía. Los botones de su blusa blanca se veían ajustados y eso que no se trataba de una persona de grandes pechos, más bien medianos y en cuanto a su trasero podría decir lo mismo. Me gustaba mirarla de arriba a abajo, me imaginaba como sería tenerla en mi cama besando sus labios carnosos y acariciando su piel morena. Siempre que la miraba trataba de hacerlo lo más discretamente posible, pero un día ...
    ... me descubrió.
    
    Siempre después de misa se suelen dar charlas entre los asistentes, es como la sobremesa después del almuerzo. Bueno resulta que mis padres conocieron a los padres de Elena en una de estas charlas y para suerte mía se llevaron bien. Por lo que cada vez que nuestros padres iban a misa, se daba una charla eterna entre ellos y su devoción por "el señor". Gracias ello tuve la oportunidad de acercarme a Elena, que cada vez que terminaba la misa, se sentaba en el banquillo junto a un árbol a pasos de la iglesia.
    
    Es increíble, pero la primera vez que sucedió esto no la fui a saludar, algo me detenía, quizás era el miedo al rechazo, o por esa vez que me había descubierto mirándola obscenamente. Sin más rodeos la segunda vez me le acerqué y para sorpresa mía me saludó sin ningún problema, como si ya me conociera. Y es que es verdad, llevábamos yendo a la misma iglesia desde que éramos pequeños y con el paso de los años yo sentía que se empezaba a manifestar una tensión sexual en el ambiente, cada vez que estábamos cerca. Para cuando esa tensión no daba para más, yo tenía 21 y ella 19 y fue justo en esos días, de cuando Elena se sentaba en esa banquilla cerca de la iglesia, cuando nuestra relación empezó a florecer. Empezamos a encontrar que teníamos cosas en común, nuestro gusto por la música, la discrepancia por la iglesia y... el sexo.
    
    Pasaron muy pocos domingos para que la relación entre Elena y yo subiera de escalón. En algún momento le pregunté porqué es que ...
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