1. Un confinamiento sexual


    Fecha: 18/09/2021, Categorías: Incesto Autor: Rain1744, Fuente: CuentoRelatos

    Mi nombre es Roberto y soy de España. Tengo 45 años y una hermosa mujer llamada Sofía. Llevamos casados 20 años y fruto de nuestro feliz matrimonio surgió nuestra única hija, María, de 18 años recién cumplidos. María es una chica aplicada en los estudios (quiere estudiar bellas artes) y nunca le hemos conocido novio formal. María heredó de su madre una esbelta figura, con una carita angelical que evidencia no haber roto nunca un plato. El próximo curso irá a la universidad, pero la pandemia por el COVID-19 parece que retrasará esos planes. Cuando explotó todo esto, nos atrincheramos en casa. Mi mujer trabaja como secretaria para una multinacional japonesa aquí en España y yo trabajo en un bufete de abogados. Nos va bien y somos realmente felices.
    
    No puedo parar de pensar cuánto puede perturbar el retraso académico en mi hija, que siempre llevó un expediente escolar inmaculado. Como he comentado anteriormente, nunca la hemos conocido novio formal porque ella realmente siempre mostró más interés por los estudios. Reconozco que ya no es la niña que siempre he visto jugando de un lado para otro en nuestra casa de la sierra madrileña. Ahora, con 18 primaveras, ya es toda una mujer. No está bien que yo, como padre, lo diga, pero es llamativo su trasero respingón y, aunque no tiene un pecho muy voluminoso, sí es palpable su pecho en una camiseta de verano. Su figura esbelta podría servirle como modelo.
    
    La asistenta, por la restricción de la pandemia, no puede venir para ...
    ... hacer las tareas de casa. Por tanto, me toca echar una mano a mi mujer. Sofía me pidió que hiciera la colada y ahí que fui. Además, estos días son bastante primaverales y estar un rato en el patio lleno de plantas tendiendo la ropa es un desahogo por vivir encerrado en casa entre ordenadores y papeles del trabajo. La cuestión es que mientras ponía a secar toda nuestra ropa, cosa que yo nunca hacía, me percaté de un tanga rojo súper fino. Prácticamente de hilo y con un encaje llamativo. Me llamó la atención porque es una prenda que yo nunca le había visto a mi mujer, así que deduje que era de mi hija. ¿Cómo podría llevar mi hija una prenda tan provocativa? Me perturbó la idea. Sin embargo, no puedo negar que, mirando con anterioridad alrededor, me puse a oler la pieza. E incluso me excité sensiblemente y tuve que acomodarme ligeramente con la mano la inquietud de mi miembro. La cosa no pasó a mayores, pero no pude quitarme esa imagen de la cabeza con facilidad.
    
    Un par de días después, con un calor primaveral un tanto sofocante, subí a la parte de arriba de la casa para buscar unos documentos que tenía en mi pequeño despacho de lectura. Para llegar ahí, antes había que pasar por delante de la puerta de la habitación de María. Como digo, era una mañana soleada, pero justo un poco antes de llegar a la altura de su habitación, escuché un ruido pertubador. Me frené de inmediato. ¿Qué había sido eso? Sofía estaba en el jardín regando las plantas y el ruido no me pareció ser de ella. ...
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