1. De corrida en corrida a la hija se le iba la vida


    Fecha: 18/09/2021, Categorías: Incesto Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    La noche que su mujer se fugó con Juan, un veinteañero, Agustín, agarró una borrachera de coñac de las que hacen época.
    
    Estaba en la cocina de su casa, una casa de aldea de una sola planta, que tenía tres habitaciones, una cocina de piedra (lareira) y un hueco que era cocina y comedor en el que había una mesa con cuatro sillas. Al fondo tenían la masera... La casa estaba hecha con piedras, mucho barro y poco cemento. Las paredes estaban sin revestir y las telas de araña formaban parte del decorado, y es que las limpiaban por el día y las arañas volvían a hacer sus telas por la noche.
    
    Agustín estaba sentada a la mesa con la botella de coñac y una copa encima de ella. Tina, su hija, viendo el estado de su padre, le quitó la botella de delante.
    
    -Ya está bien, padre.
    
    Agustín no se quitaba de la cabeza a su mujer.
    
    -¡La puta que la parió! Tanta miseria lleve cómo cabreo deja.
    
    Tina, que calzaba unas sandalias y llevaba puesto un vertido azul que le llegaba a los tobillos, a pesar de ser verano, le dio la razón.
    
    -Sí, ese chico las va a pasar canutas con una mujer cómo mamá. No sé que vería en ella.
    
    -¿Y ella que vio en él? -se levantó, bajó a cremallera de la bragueta y sacó la tranca- ¿Tiene ese mocoso una tralla cómo esta?
    
    Tina, vio colgando el cipote de su padre y se piso colorada.
    
    -Guarde esa cosa, padré.
    
    Lejos de taparse, Agustín, que tenía 50 años, fue junto a su hija, que con 20 años aún no había visto una polla delante, y le dijo:
    
    -Toca, ...
    ... toca, ya verás que textura.
    
    A Tina le dio la risa.
    
    -¡Quité, quite, padre!
    
    -Toca, mujer, toca.
    
    -No me gusta...
    
    -¿Ya tocaste alguna?
    
    -¡Noooo!
    
    Volvió a insistir.
    
    -Toca, toca que no muerde.
    
    -No quiero, me da vergüenza.
    
    Agustín cogió con su mano la pequeña mano de su hija y se la llevó a la verga. Tina, temblando, la cogió. Agustín, le dijo:
    
    -¿A qué llena a cualquier mujer?
    
    -Es muy grande y muy gorda. ¡A mí me reventaría!
    
    Soltó la verga.
    
    -¿Tienes el coño estrechito?
    
    -Sí.
    
    -¿Muy estrechito?
    
    -Sí, muy, muy estrechito.
    
    -Se me hace la boca agua. Deja que te lo coma.
    
    Tina volvió a echarse a reír.
    
    -¡Noooo! ¡Qué soy su hija, padre!
    
    - ¿Y qué? Menéamela.
    
    Tina, que no paraba de temblar y de humedecerse, le respondió:
    
    -No sé hacerlo.
    
    -Yo te digo cómo se hace y cómo se mama si quieres mamarla.
    
    -Es que no sé hacer esas cosas, pero tampoco quiero saber cómo se hacen.
    
    Le volvió a coger la mano.
    
    -Esté quieto.
    
    Le decía que estuviese quieto pero no se alejaba de él. Le gustaba aquella situación.
    
    -¿Deja luego que te coma el culo?
    
    Tina se extrañó de la proposición.
    
    -¡¿El qué?!
    
    -El culo.
    
    -No sabe lo que dice, padre.
    
    -Sé, sé. ¿Y las tetas? ¿Me dejas comerte las tetas?
    
    Agustín le quitó la botella y a morro echó un trago de coñac. Tina, le volvió a quitar la botella.
    
    -Deje de beber, padre, deje de beber que le puede dar algo, y guarde esa cosa.
    
    -¿Guardarla? Voy a pasearme así por la aldea para que ...
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