1. Placeres de mujer


    Fecha: 19/05/2018, Categorías: Confesiones Autor: Amoestricto00, Fuente: CuentoRelatos

    La conocí hace unos pocos años, acompañaba por la calle a una de mis putas, dirigiéndonos hacia donde habría de tomar su cuerpo por última vez, cuando pude vislumbrarla y como si el mismo demonio lo hubiera premeditado, aquella mujer madura se cruzó por nuestro camino, aquel trozo de carne que incitaba a la lujuria con su caminar, aquella esposa y madre devota, para quién aquellos títulos significarían tan poco como significan para mí, aquella mujer religiosa que iba a la iglesia cada domingo, vería derrumbado pronto su mundo lleno de mediocridad.
    
    Inocentemente saludó a mi puta, quién era la hija de una amiga suya y mientras hablaban de palabras vacías llenas de frivolidad, yo había decidido que aquella mujer sería mi nueva puta, mi nueva ramera y juguete sexual. En determinado momento aquella mujer volteó su mirada hacia mis ojos, desde el primer momento en el que se conectaron nuestras miradas, pude robar el primer trozo de su alma, el cual me pertenece hasta el día de hoy. Pocos segundos después bajó su mirada, avergonzada y con un ligero rubor en su rostro, quizá en otras circunstancias se hubiera presentado amigablemente, pero supe que la intimidaba, que mi profunda mirada en sus ojos había provocado la reacción típica de las mujeres a quienes suelo someter.
    
    Después de unos instantes se retiró y mi puta y yo proseguimos nuestro camino. Poco tiempo después, mientras mi puta gemía como perra en celo yo imaginaba el cuerpo de esa mujer, de esa atractiva mujer madura ...
    ... a quién hubiera preferido coger en ese momento, no podía olvidar esa piel clara con la leche, esas tetas grandes y ese delicado aroma hecho para embriagar los sentidos. Después del enésimo orgasmo que tuvo mi puta me dediqué a la tarea de preguntarle por aquella hembra madura, quise saber su nombre, su edad, en donde vivía, todos los datos posibles para poder hacerla mía; mi puta me dio los datos necesarios, quizá sospechaba mis intenciones, pero al igual que otras de mis putas, no dudó un segundo en darme la información que necesitaba.
    
    Silvia se llamaba, una mujer casada con dos hijas, de 42 años, una mujer común como muchas otras, de clase media alta, acostumbrada a llenar su vida vacía reuniéndose con amigas y pasando el rato aquí y allá, iba al gimnasio, tomaba café acompañada de una o dos amigas, un blanco fácil, quizá demasiado fácil. Un día que salió del gimnasio caminé lentamente en dirección a ella, con toda la intención dirigí aquella mirada hacia sus ojos, aquella mirada que se adentra hasta el alma, con el propósito de minar aún más su voluntad. Sorprendida me miró y como una adolescente que mira su primer amor, balbuceó unas palabras mientras se sonrojaba, sin quitar mis ojos de ella, le hablé:
    
    —Que tal, soy Uriel, nos conocimos el fin de semana pasado, pero no tuvimos oportunidad de presentarnos.
    
    —¡Ah! Que tal, soy Silvia, mucho gusto —Me respondió visiblemente acalorada.
    
    —El gusto es mío Silvia, me dirigía a tomar un café, sin embargo, siempre es ...
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