1. La buena comida del profesor


    Fecha: 17/05/2018, Categorías: Sexo Oral Autor: Iria, Fuente: CuentoRelatos

    ... mi cara ardiente era gustoso y me excitaba más.
    
    Después me ato cada muñeca a los reposa brazos del sofá.
    
    Mi respiración se aceleraba.
    
    De pronto sus labios se posaron en uno de mis pezones y empezó a jugar con él y me recorrió todo el pecho con su lengua hasta llegar a mi ombligo. A estas alturas él ya estaba muy empalmado, como un adolescente.
    
    Notaba, sin poder verlo por la cinta en mis ojos, sus ganas de embestirme.
    
    Y yo arqueaba mi espalda presa del clímax, no me tocaba, sólo introdujo su miembro en mi boca para incitarme a que le chupara el glande. Se me escapaban leves gemidos y comencé a lamer desde el extremo sin poder utilizar mis manos atadas.
    
    Subía y bajaba mi lengua, y el placer era bestial. Me sentí por encima las nubes, al oírlo gemir.
    
    —Me voy a correr, me voy a correr, despacito.- Imploraba, pero yo no podía frenar mi ritmo frenético.
    
    Consiguió atropelladamente pararme desatando mis manos para que no continuará mi faena en su boca.
    
    Me volteo y metió mi cara entre las almohadas y cojines del sofá. De espaldas a él, le ofrecía mi culo en pompa para que lo tomará, e introdujo todo su pene erecto en mi ser.
    
    Estaba sumamente excitado pero no podía ver lo que hacía, ya que continuaba con la venda en los ojos. De repente noté una humedad fría en mi espalda derramándose. Di un respingo pero él evito me levantará sujetando mis caderas con firmeza. Agarro mi cuello hacia atrás y besándome paso un cubito de hielo por mi boca. Oía como bebía ...
    ... sorbos de mi saliva y el agua que se derramaba.
    
    —Te deseo- me susurró al oído.
    
    Sus palabras eran como cánticos de placer y yo me volvía loca de éxtasis.
    
    Comenzó a cabalgarme desde detrás, y con cada embestida más mordía los almohadones para no gritar exageradamente.
    
    Estaba tan deseosa que me puse a mil por hora y le ayudé con mis caderas a llegar a un ritmo frenético hasta que estalló en un profundo orgasmo y se desplomo roto sobre mí.
    
    Me sentía rota, complacida con su orgasmo, dueña de él en ese instante y de la situación.
    
    Me quitó la venda de los ojos y me dijo sonriente:
    
    —Ahora te toca de nuevo a ti.
    
    Se levantó para que yo pudiera sentarme en el sofá, abrió mis piernas, acariciando mis muslos mientras me miraba con lascivia.
    
    Introdujo sus dedos en mi vagina aún empapada de su corrida. Se agacho y comenzó a lamerme toda de abajo a arriba, recorriendo todos mis pliegues y de nuevo me excite como una loca. Comencé a gemir. No quería que parará nunca. Chupaba mi clítoris con una intensidad que me hacía temblar. Mis gemidos se convirtieron en gritos.
    
    —Chúpame, cómeme por Dios, no pares.-Sólo podía gritarle.
    
    Él obedeció y siguió devorándome mientras introducía dos dedos que movía en círculos dentro de mí.
    
    Mi sexo parecía un manantial por la cantidad de jugos volviéndome loca. No podía dejar de mirar cómo me lo hacía, estaba a punto de correrme... y él se paró.
    
    Odiaba y a la vez me encantaba que me martirizará así.
    
    Sacó de mi hirviente raja ...