1. Mi pequeño amigo


    Fecha: 27/04/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Hunter, Fuente: CuentoRelatos

    Algis y su abuela vinieron de visita a Chitré durante las vacaciones de final de secundaria de él. Acababa de cumplir 18 años y vino de Madrid, hijo de un alemán y una española. Ya había planificado el viaje con mucha antelación y llegaron un viernes en la noche. Apenas lo vi quedé con la boca abierta. Mide 1.80, máximo unos 65 Kilogramos, ojos cafés, cabello corto castaño claro, la carita sin una sola espinilla, delgado y espigado y con dos nalguitas redondas, redonditas y voluptuosas, de esas que me vuelven loco. Ni asomo de barba, bigote o vello facial. Solo venían de paso porque se quedarían en Playa Venao durante una semana y luego de vuelta a Madrid. Para mala suerte (de ellos) la abuela recibe una llamada urgente que su hermana gemela acababa de tener una caída y necesitaba urgentemente regresarse a Europa.
    
    Como no veían la necesidad de volver los dos yo me ofrecí de una vez para que Algis se quedara conmigo en Chitré hasta que le tocara el turno de regresar. Por supuesto que eso cayó como una bendición para los dos porque le permitiría a él tener algo de libertad durante sus vacaciones. Se notaba que el chico estaba mimado y cuidado por la abuela, que no quería partir sin llevárselo. Muy astutamente le dejé ver que él estaría seguro y tranquilo y la dejaría a ella concentrarse en su hermana.
    
    Le acomodé una habitación a Algis y comenzamos a charlar, animadamente. El chico tiene una piel rosadita, tostada por el sol. Piernas largas y delgadas, lampiñas, sin un ...
    ... solo pelito. Su boquita era pequeña, bien formadita, con los labios deliciosos. La primera vez que lo vi sin camisa, camino al baño, me di cuenta que ni siquiera tenía vellos en las axilas, tal vez se los rasuraba o no le salían. Sus brazos, delgados, se veían tan delicados.
    
    Le ofrecí un trago de ron con coca cola, pesadito. Se lo tomó sin muchas ganas. Al segundo trago ya se reía un poco y yo lo observaba con detalle. Lo vi caminando una y otra vez al baño, los dos globos de sus nalgas bamboleándose suavemente. Ese culo me tenía estresado. Terminamos de tomar y cada uno fue a su cuarto. La paja que me hice esa noche pensando en este chico virginal casi me saca sangre de la pinga.
    
    El domingo nos levantamos tempranito, fuimos a una finca y luego a la playa. En el camino veía como la pinga se le movía de un lado a otro del pantalón y notaba como sus dientecitos perfectos brillaban tras su boca rosada. Cada vez que podía me le acercaba inadvertidamente y lo olía. Ese olorcito a chico, ese aroma de jovencito me embriagaba. Es un fetiche que tengo desde siempre.
    
    Luego de la playa, todo sudado y quemado del sol llegamos a la casa. Ya se había ido el jardinero y los otros inquilinos. Lo vi tostadito del sol, quemado y quejándose del dolor. Apenas salió del baño le pregunté si quería tomar algo y por supuesto que le serví un roncito bien generoso. Le pregunté si no quería ponerse crema humectante en la espalda y me embarré la mano generosamente.
    
    Poco a poco bajé de su cuello ...
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