1. Crónicas de Diana III


    Fecha: 17/06/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Dianita96, Fuente: CuentoRelatos

    ... observaba por la cámara del ordenador en la llamada de Skype, cuando de golpe percibí un sonido que identifique como pasos. Rápidamente cerré la pantalla del portátil tumbándome en el suelo en busca de mi camiseta, pero los espasmos complicaban la tarea, siendo incapaz yo de frenar el recién empezado orgasmo. Mientras una mano apretaba fuerte mi coño, la otra extendía la ahora mojada camiseta encima de mis pechos mientras me arrastraba contra la esquina de la pequeña cuadricula de estudio, cuando antes de poder siquiera cubrirme bien, escuche las temidas palabras.
    
    —Por favor, señorita, cúbrase y acompáñeme.
    
    No me lo podía creer, y aunque quisiera hacerle caso, aún quedaban algunos espasmos que me impedían la labor.
    
    —No… No puedo… un… segundo.
    
    El hombre callado esperaba observándome con cara de indiferencia, acuclillada contra la esquina, con la espalda desnuda y el lateral de uno de mis pechos a merced de su visión, ya que la tela mojada de mi camiseta no alcanzaba a cubrirlo. Por fin pude ponerme de nuevo en pie cuando me di cuenta de la situación en la que me había metido. Una vez colocada mi camiseta, ahora mojada y dada, aumentando mi escote, y los agujeros de los brazos por el peso del líquido impregnado del olor de mis jugos, pude ver el charco del suelo, la mancha en mi camiseta, y la más que notable mancha en mi short… Por no hablar de lo pegajosos que estaban mis muslos. Me moría de vergüenza por la situación en la que me había metido, y esta vez, no ...
    ... podía culpar a nadie, ya que había aceptado de buen grado todo lo que había hecho.
    
    —Señorita, acompáñeme.
    
    Observe el interlocutor. Un guardia de la universidad, de unos 50 años, que esperaba impaciente que guardara mi portátil en la mochila del gimnasio, y había también visto el erótico espectáculo que había ofrecido. De golpe vi como acercaba su móvil a la oreja y escuche una palabra que retumbo en mi cerebro: ¿Policía? Rápidamente dejé lo que estaba haciendo para arrebatarle el móvil.
    
    —Por favor señor! No puede llamar a la policía.
    
    —Mire señorita, lo que acaba de hacer es como mínimo escándalo público en un lugar como es una universidad. Si olvidara lo visto y alguien se enterara, me despedirían. Así que devuélvame el móvil.
    
    —Puedo darle cincuenta euros. – dije rápidamente esperando que sirviera de algo.
    
    —Esto no funciona así señorita. Devuélvame el móvil.
    
    —Espere! No puedo dejar que mi familia se entere de esto!
    
    —Haberlo pensado antes.
    
    El olor de mis líquidos ahora secos y pringosos eran notables, cuando percibí como ese hombre mayor no podía disimular un pequeño bulto en su entrepierna. No quería ni imaginarme lo repugnante de sus pensamientos, pero no podía dejar que llamara a la policía.
    
    —Y no puedo ofrecerle nada más?
    
    —No. Basta de chorradas, acompáñeme.
    
    Me agarro del brazo y empezó a estirar de mí, y con el otro brazo agarro mi long y la mochila. Estaba perdida si llegaba a los cuadrantes donde estaban los estudiantes y me veían en ese ...