1. Madre, hija y abuela, folladas entre los plátanos


    Fecha: 27/01/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... miraron una y otra vez hechas un mar de dudas. La idea les gustaba, claro, pero recelaban de Jorge que, si bien daba la impresión de ser todo un caballero, también podría ser un lobo disfrazado con piel de cordero. Las tres lo discutieron en voz baja y en sueco, para que Jorge no se enterara de nada, y al final convinieron en que sí, en que aceptaban la invitación. Pasó que Greta, más atrevida y más ligera de cascos, muy amiga de las correrías y las aventuras, presionó con insistencia a su mamá y a su abuela para que aceptaran y ambas acabaron cediendo para hacerle el gusto a la “nena”.
    
    Los cuatro quedaron para el día siguiente, sábado, y acordaron que Jorge pasaría a recogerlas por el hotel a las 10.00 horas, como así fue. Llegaron a la plantación sobre las 10.30 después de conducir el monovolumen por una carretera repleta de curvas Las tres turistas quedaron impactadas con la finca. Nunca habían imaginado que fuera una extensión de terreno tan grande y tan verde. Las plataneras medían entre cinco y seis metros de alto y estaban cargadas de racimos de plátanos todavía sin madurar, así como de grandes hojas verdes. Aquellas suecas disfrutaron de lo lindo paseando entre las frondosas plantas —«las plataneras no son árboles porque no tienen tronco», apuntó Jorge— y se hicieron gran cantidad de fotos y videos. Él les explicó paso a paso los mil y un secretos del cultivo del plátano y a ellas les pareció una excursión «estupenda, divertida y provechosa».
    
    Pero la cosa no ...
    ... paró ahí... Hacia las doce del mediodía entraron todos en la casa o en el chalet, como se prefiera, porque venía a ser un cruce entre la típica casa rural, adaptada para la labranza, y un chalet de dos plantas más o menos convencional, incluso con solárium y piscina. Ni cortas ni perezosas enseguida las tres suecas se pusieron sus bikinis para disfrutar del sol y de la piscina, y Jorge hizo lo propio después de preparar en el jardín una mesa con bebidas y frutos secos a modo de aperitivos. A las guiris se las notaba contentitas, como si estuvieran en un hotel cinco estrellas. Antes de zambullirse en el agua Erika, Greta y mi amigo se sirvieron cervezas frías, mientras que la abuela Helga, que no iba a meterse en la piscina, se zampó un lingotazo de whisky que dejó a Jorge boquiabierto. Ya desde el agua mi amigo vio como la vieja se servía dos o tres copas más.
    
    Jorge salió de la piscina antes que Erika y Greta, para ir sirviendo la comida, y la abuela Helga, desinhibida total gracias al alcohol, se dedicó a seguirlo como una perrita faldera, embobada, incluso lanzándole miradas y sonrisas descaradamente provocativas que terminaron por calentar a mi amigo. Así que la hizo entrar en la cocina, miró a un lado y a otro para cerciorarse de que nadie se percataba de la jugada, y cerró la cocina por dentro. Allí se sacó su ya morcillona polla para que la vieja beoda se la chupara. La señora lo entendió a la primera y no sólo no protestó, sino que le agarró la polla, se la pajeó un ...
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