1. Hermanos mellizos, mamá y papá


    Fecha: 01/01/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Mi hermana melliza, Marisa, y yo, habíamos regresado a nuestra casa paterna, en la ciudad de Córdoba, en Argentina. Teníamos, ambos, 18 años, y habíamos ido a Buenos Aires, la capital, a estudiar en prestigiosos colegios ("internados") durante nuestra adolescencia, en los cinco años previos al regreso que aquí relato. Durante ese lapso habíamos estado separados, pero no podíamos olvidarnos de la intensa relación, propias de un vínculo de hermanos nacidos el mismo día, que habíamos tenido durante nuestra niñez, y probablemente tampoco podríamos olvidar el hecho de que, en esos primeros años mozos, habíamos hecho juntos nuestros primeros descubrimientos sexuales. Nuestros padres eran jóvenes (nos habían traído al mundo, por accidente, apenas si superada su adolescencia, sin haber cumplido aún los veinte años), y ambos se mantenían en excelente estado. Pertenecíamos a una clase social elevada (tanto cultural como económicamente), y habíamos sido, desde infantes, educados en el marco de una libertad sexual más que significativa.
    
    Nuestra "vuelta a casa" fue muy festejada, y durante todo el día estuvimos intercambiándonos "mimos" y caricias, con mis padres y entre nosotros. Esa noche Marisa y yo fuimos a dormir a nuestra habitación (la compartíamos, desde niños, y no existía razón para no seguir haciéndolo), y estuvimos conversando de todo lo que habíamos hecho durante los últimos cinco años, hasta pasadas las cuatro de la madrugada. Allí descubrí que mi hermana, sobre todo ...
    ... en cuestiones vinculadas al sexo, no había perdido el tiempo, y había adquirido casi tanta experiencia como yo, que no más. Realmente, el cariño entre nosotros era muy grande, y lo excitante de la charla nos fue llevando a intensificar el intercambio de caricias, de forma tal de que cuando concluyó la charla, estábamos ambos desnudos en la cama, masturbándonos recíprocamente y disfrutando enormemente de lo que estábamos haciendo. Esa primera noche no llegamos al coito, pero sin palabras nos juramentamos de concretar esa cuestión sin falta antes de volver a separarnos, pues a los veinte días tendríamos que regresar, ambos, a Buenos Aires, para iniciar la educación universitaria.
    
    El día siguiente fue más intenso aún que el primero, y era evidente que nuestros padres estaban encantados con nuestra evolución, no sólo en el plano estrictamente intelectual sino también en el físico y sexual. Mi madre me comentó, varias veces, lo guapo que yo estaba, y los atractivos músculos que había desarrollado en el gimnasio del internado, y mi padre hizo un par de chistes sobre los enormes pechos de mi hermana, y sobre la felicidad que, sin lugar a dudas, podría llegar a provocar ella en cualquier hombre. Incluso hicieron ambos, entre sí, infinitas menciones a cuestiones "picantes", con numerosas alusiones a aspectos sexuales, entre risas y sonrisas, y con múltiples miradas cómplices. Parecía, en rigor, que ambos disfrutaban provocando climas de extrema sensualidad, y por momentos puedo ...
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