1. Leticia


    Fecha: 23/12/2017, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    La primera vez que ví a Leticia fue hace tres años y medio. Llevaba puesto un vestido floreado transparente y con el sol le podía ver una minúscula tanga que destacaba sus formas bien redondeadas. Sus piernas bronceadas estaban bien a la vista dado que tenía dos cortes hasta la parte alta de sus muslos. Inmediatamente me acerqué y le pregunté si hablaba francés, me dijo que si y la invité a beber algo, dado que eran las tres de la tarde y hacía un calor insoportable.
    
    Nos dirigimos a un bar próximo y comenzamos a hablar de todo y nada. Yo no podía dejar de apreciar el volúmen de sus pechos y cuando cruzó las piernas, le pude ver sus muslos magníficos. Supe enseguida que haría el amor con ella. En sus gestos y palabras podía descubrir toda una lubricidad latente. Me la imaginé desnuda en mi cama. La imagen era insoportable. Tenía que tocar y acariciar esa piel o me volvería loco. Le propuse encontrarnos al otro día para ir a la piscina. Mi idea era verla en traje de baño y poder apreciar su cuerpo.
    
    Al otro día nos dirigimos a una piscina del barrio y cuando salió del vestuario me quede sin aliento : tenía puesta una tanga pequeñísima. Sus senos apenas cubiertos por una porción de tela brillante. La parte de abajo de su traje de baño, cuando se dió vuelta para extender su lona, me quedó tan cerca que tuve la tentación de besarle sus nalgas. Me ofrecí para pasarle la crema bronceadora y al hacerlo le acaricié su espalda hasta el límite de la parte baja de su traje de baño. ...
    ... Le extendi la crema por sus piernas y ella cerró los ojos ..., mientras, mil imágenes se formaban en mi mente. Nos quedamos hasta las ocho y decidímos ir a cenar a un restaurante cercano.
    
    Durante la cena admiré sus ojos azules y su cabello dorado, bebimos un buen vino y partimos hacia una discoteca. Allí nos quedamos hasta la una de la mañana. Al salir, la tomé de la mano y casi sin darnos cuenta nos encontramos en la puerta de un hotel céntrico. Entramos y pedí una habitación. Una vez adentro, me acerqué y la tomé por la cintura y la besé apasionadamente. Mis manos comenzaron a descubrir ese territorio desconocido tan deseado y la desnudé lentamente, saboreando cada segundo. Que cuerpo mi Dios !, su vello pubiano dorado dejaba adivinar un sexo rosado y lubricado, me agaché y le separé las piernas. Le pasé la lengua por el clítoris, ella puso sus dos manos sobre mi cabeza y me hundió en su sexo. Se dejó caer en la cama, levantó las piernas y las pasó detrás de mi cuello.
    
    En esa posición, su sexo estaba bien abierto y mi lengua se hundió profundamente entre sus labios. Su flujo me cubrió el rostro, le levanté más las caderas y su traser magnífico se ofreció a mis caricias. Me dejé rodar y ella atrapó mi pene con sus labios y se lo metió hasta lo más profundo de su boca. Su lengua me hacía circulos en la cabeza y creí desmayarme de placer. Quería retardar el momento de penetrarla. Quería sentir en mis labios cada centímetro de su piel, sus formas en mis manos, sus senos ...
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