1. En la estancia


    Fecha: 28/11/2017, Categorías: Intercambios Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Hace apenas un año, mi marido me llevó a Salta, ya que tendría que visitar un amigo que una estancia en esa provincia cerca de la capital.
    
    Llegamos a la estancia salteña cerca de las 18 hs. ya nos esperaba el dueño, Juan un hombre de unos 55 años, alto cabello canoso voz ronca manos grandes no muy gordo y se notaba un paquete muy prominente entre sus piernas con lo que me relamí los labios de ganas de conocer y muy gentil, y sus capataces, un matrimonio sin hijos. Ella de unos 38 años morena, delgada con un vestido largo pero que dejaban ver unas piernas muy torneadas y duras, y un hermoso par de tetas que mi marido por mirarlas cuando esta se agacho casi se cae entre ellas, un culo bien parado redondo se ve que era una mujer bien atendida, el un hombre de unos 50 años, de aspecto muy varonil, rudo, áspero, de músculos marcados, pero también educado y gentil. Nos mostraron nuestra habitación y luego de un baño fuimos a cenar.
    
    La cena transcurrió entre risas anécdotas entre mi marido y el dueño de casa, y la programación del día siguiente: mi marido quería ir de pesca muy temprano, para ir a caballo a unos 10 km. de la casa y por un camino de selva, tal panorama no superaba mis ansias de una buena cama, con alguno de ellos y mi marido.
    
    Cuando abrí mis ojos, eran las diez de la mañana, mi marido y el hijo de don Juan y unos peones habían partido con el alba, Elisa, se acercó y me ofreció el desayuno, muy campesino, me habló del lugar, y como al pasar pregunté si su ...
    ... esposo también había sido de la partida. Me respondió que no, que él estaba con don Juan en el establo, unos 100 metros cerro abajo de la casa, controlando a unas yeguas en celo. "Por el sendero de los Alamos, puede ir usted señora para conocer, me dije justo lo que me hace falta, eElisa me guiño un ojo y me dijo en una de esas logra un par de servicios usted con una sonrisa cómplice.
    
    Después del desayuno, comencé mi recorrido por el casco de la estancia y como quien no quiere la cosa, bajé hasta el establo, ahí encontré a don Juan y Antonio, solo con Jean y botas, los pechos desnudos, sucios y transpirados. Antonio me indicó que estaban haciendo servir unas yeguas con un padrillo nuevo. Mi ignorancia campestre me llevó hasta el establo con una pollera campana y una blusa fina, y de unas sandalias, que no tardaron en ensuciase por completo. Antonio me invitó para ver el próximo servicio, si consideraba que el mismo no era una falta de respeto. Le dije que me quedaría, no quería ofender la labor de este hombre. Luego, él acomodó a la yegua, le ato la cola al costado y trajo al semental.
    
    Observé bajo su vientre y pude ver una descomunal verga, dura y negra. El semental se subió a la yegua e introdujo su mástil de carne, la infeliz, relinchaba, más no podía saber si de placer o dolor.
    
    Noté que mi excitación crecía, un calor me subía por mi cuello, pero no podía salir de ese corral. Abruptamente el semental, se salió de la yegua y un inmenso chorro de semen, me llego a mi ...
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