1. LA PRIMERA VEZ DE BONGÁ


    Fecha: 22/08/2021, Categorías: Zoofilia Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    La primera vez de Bongá Mi primera experiencia de Zoofilia fue a los 17 años. Vivia en Rio de Janeiro y consegui un trabajo sustituyendo el administrativo de una pequeña empresa familiar, que funcionaba en la parte de atrás de la casa de los padres mayores de los dueños. El administrativo se marchaba a otro trabajo y a mí me habían cogido porque éramos casi vecinos, el enorme chalet estaba en mi mismo barrio, y también por la amistad que tenía con el hijo de mis jefes, que era de mi edad. Antes de que surgiera la oportunidad de trabajar allí, siempre pasaba delante de aquella casa en la calle, y me fijaba en el perro que la protegía. Un dogo alemán blanco y negro llamado Bongá. Siempre ladraba a los que pasaban por la calle, era un perro muy grande, impresionaba por su tamaño, subido al muro era más alto que yo, que ya tenía a los 17 años mis 1,86m de altura. Después de empezar a trabajar allí, empecé a llevarme muy bien con Bongá, que me seguía todo el rato y como la puerta de la oficina se quedaba abierta y daba al patio lateral de la casa, era normal tenerle a Bongá siempre en la oficina, aquél perro enorme que descubrí que a pesar de que parecía peligroso, en el contacto con la familia y conmigo era muy muy dócil. Ellos pasaban poco tiempo en la empresa, en días de entrega y facturación había mucho trabajo, pero era normal que muchos viernes mis jefes, mi amigo y sus abuelos se marcharan a la playa para el fin de semana, dejándome a mi cerrar la oficina cuando ...
    ... terminaba el expediente y irme a mi casa, y dejando a Bongá para vigilar la casa mientras ellos estaban fuera. No tardé mucho en comenzar a fantasiar en la polla enorme que tendría Bongá, siempre que podía le acariciaba mucho, para crear confianza y perder el miedo que era inevitable por su tamaño y mientras estaba sentado en la silla de la oficina, que me dejaba a la altura de su torso, empecé a fijarme en su enorme prepucio. Me intrigaba y excitaba pensar de que tamaño sería la polla de aquél perro gigante, observando como le colgaba el prepucio, y sus enormes bolas. En las oportunidades de los viernes por la tarde, solo en la oficina con Bongá siempre haciéndome compañía, aprovechaba para acariciarle el pecho, y no tardé en no resistirme y empezar a deslizar mi mano por toda su barriga hasta llegar al prepucio, tocándolo como en un roce accidental, acostumbrándole a estar a gusto mientras le tocaba. Siempre se levantaba las orejas cuando yo tocaba con la mano a su polla. Al principio me dio mucho miedo. Miedo de que le resultara incomodo y me mordiera o algo, pero poco a poco empecé a notar que cuando yo le tocaba, se quedaba parado, en el mismo sitio, como esperando a que yo siguiera. Después de tocarle la polla yo llegaba a mi casa con el calzoncillo bañado de presemen, me la ponía super dura tocarle, me excitaba a lo más grande. Hasta que un dia no pude aguantarme más. Cuando mi deseo finalmente venció mi miedo, empecé a acariciarle la polla, siempre empezaba en el pecho y ...
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