1. El cuento del tío: Mi sobrina me atendió muy bien


    Fecha: 23/07/2021, Categorías: Infidelidad Autor: Ulpidio, Fuente: CuentoRelatos

    Fueron muy difíciles los momentos de mi separación. Me deprimí a tal punto que adelgacé casi diez kilos. Marisa me había dejado porque se había enamorado de un compañero de trabajo. No hubo discusiones ni discursos inútiles. Cuando llegué del trabajo, ella tenía la valija preparada y sólo me había esperado por un mínimo respeto que aún nos teníamos a pesar de que llevábamos mucho tiempo distanciados, casi sin dirigirnos la palabra. Hasta ese día estaba convencido de que ponerle punto final a ese calvario era lo mejor que me podría pasar en la vida. Sin embargo y tal vez por mis reminiscencias de hombre herido, que no pude aguantar el hecho de ser abandonado. Y encima por un pendejo.
    
    Debo confesarles que estaba hecho una piltrafa. Me había dejado crecer la barba y siempre estaba desprolijo, con las camisas arrugadas y los cuellos de mis camisas sucios. Mis amigos, los pocos que me quedaban, me evitaban porque ya estaban cansados de mi hermetismo y mi silencio casi sepulcral. "Olvídate de esa turra y dale para adelante, que mujeres hay a montones", me aconsejaba cada uno que se creía con derecho a hacerlo. Y lo más triste, es que todos se creían poseedores de soluciones mágicas. Yo estaba muy, pero muy amargado. No me resultó fácil ponerle punto final a casi 20 años de matrimonio. Comencé a fallar en mi trabajo y eso generó una desconfianza general hacia mi profesionalismo que me condenó a un segundo plano casi inevitable. Tengo 44 años, soy ingeniero y trabajo en una ...
    ... multinacional, en el área de comercialización. A esta altura de mi vida, un despido significaría casi una muerte civil.
    
    Para completarla, la hija de puta de mi ex mujer y su noviecito leguleyo, me hicieron un juicio de divorcio en el que perdí hasta los calzoncillos. Y como Marisa había heredado de su madre la casa en la que habíamos compartido la vida conyugal, no tardó en pedirme que me fuera. "Te la hago corta –me dijo el pendejo– o te vas en una semana con todo lo que quieras o te iniciamos otro juicio y vas a tener que pagar los gastos y mis honorarios. La escritura lo dice clarito, era de su vieja". Me dejó con una calentura tal que tuve que contenerme para no ir a buscarlo y cagarlo a trompadas.
    
    En una semana era imposible alquilarme algo, así que llamé a una de mis hermanas para ver si podía parar unos días en su casa. Marta tenía 50 años, era viuda y compartía con su única hija de 23 años, un piso enorme que le había dejado su difunto marido. Mi sobrina se llamaba Alejandra, estudiaba publicidad y ese año había vuelto a vivir con su madre porque dos meses antes de casarse decidió dar marcha atrás, a pesar de que ya había entregado las invitaciones. Ale, o la Negra, como le decían en la familia, era una morocha cautivante, con ojos color del tiempo. Cuando había mucha humedad o se avecindaba una tormenta, su rostro resplandecía porque sus ojos variaban de color según el ángulo o la luz con el que se los mirara.
    
    Pero no sólo era bonita de cara, Alejandra tenía un ...
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