1. Ciclo de la vida


    Fecha: 13/07/2021, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    No sé por dónde empezar porque, creo, hay dos principios. O dos finales… No sé. Durante mucho tiempo estuve hecha un lío, no entendía nada y aún hoy, a pesar de las evidencias, me resulta muy difícil explicarlo a cualquiera sin caer en la fantasía, sin que me tilden de mentirosa, sin que nadie crea lo que me pasó. Quizás debería definir este relato como de ciencia-ficción, realmente lo es si no fuera porque me pasó a mí. El que quiera creerlo que lo crea y el que no, es muy libre de hacerlo. Sin embargo, sólo desearía que quien pudiera pensar que esto es una patraña fruto de la imaginación de una loca de la vida, abriera un poco la mente a otras cosas que, aunque incomprensibles o irreales, no son por ello menos ciertas para quien las vivió. Nací en el mes de abril de 1996, esto significa que cuando sucedieron las cosas que cuento tenía veintiún años ¿Cómo me definiría? No sé… No debería ser yo quien hiciera esto. Haré un intento. Veamos… Mido 1,72, peso sesenta kilos, me miro en el espejo y me encuentro mona. El pelo rubio oscuro, ahora lo llevo teñido de negro, rapado por los lados y con una cresta. Los ojos claros, de un azul no muy intenso. Buenas tetas, para que negarlo y un culo perfecto. (No tengo abuela, ¿eh?). Las orejas, la lengua, las cejas y la nariz las tengo llenas de piercings. Normalmente llevo también un collar de pinchos en el cuello. Era (soy) la pequeña de cuatro hermanos, una chica, la mayor, dos chicos, gemelos, y mi menda. Decían, aunque no creo que ...
    ... fuera cierto, que estaba muy mimada precisamente por ser la pequeña, que mi padre me permitía todo y que tenía unas pintas espantosas ¡Panda de pijos! Pero a mí me parecía que todo el mundo se desahogaba conmigo y vivía un puteo continuo. Mi padre era… Pues eso, mi padre. El mandamás, el que no discute porque no admite discusiones, el que dice lo que hay que hacer, cuando hacerlo y cómo hacerlo. Últimamente me tenía hartita del todo (hasta los ovarios). No sé si creía que era su esclava; a mí, desde luego, me lo parecía, sin embargo para mis hermanos era normal. Hacían lo que se les decía sin protestar mucho, me refiero a recoger sus cosas, a cumplir ciertos horarios, a estudiar lo que se suponía… Particularmente, estas cosas me las pasaba por el coño. Mi hermana mayor, Teresa o Tere (Teresita si quería hacerla rabiar), era la que se encargaba de transmitir las órdenes paternas en el funcionamiento de la casa y los demás cumplían, más o menos, con lo que se les exigía. Reconozco que a mí me jodía, es más, pasaba olímpicamente de hacer nada de lo que decía ¡No te jode! Por poner un ejemplo: “Lidia (no Lydia ni Lidya, ni chorradas por el estilo) te toca sacar los platos del lavavajillas…” Me daba cien patadas en el hígado solo el pensarlo. “Lidia, recoge tus cosas y pon la lavadora” ¿Qué? ¿Poner yo la lavadora? ¡Esta tía alucina! Así continuamente, me tenían frita. Y claro, si me escaqueaba (siempre), cualquiera iba con el cuento, que los gemelos también mandaban lo suyo, a papá y ...
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