Ashley, una chica de paga, que realmente paga con su servicio - Parte 1 - Relatos Eróticos

Ashley, una chica de paga, que realmente paga con su servicio - Parte 1

En aquella promoción esperada y que repentinamente se daba, tuve que volar urgentemente y quedarme en unos de esos hoteles de larga estadía, mientras conllevaba algunas entrevistas y posteriormente ciertos protocolos a seguir, para luego instalarme en mi nueva oficina en el sureste del país. Ya para la semana y media me sentía ya un poco familiarizado con la ciudad y decidí este día sábado, tomar mi desayuno en un restaurante que no fuese el del hotel. Me fui para un centro comercial a dos cuadras del hotel.

Llegué al restaurante y estaba bastante ocupado y cuando llegó mi turno el mesero o quien recibe me lleva a una mesa para cuatro, pues es la única disponible. Tomo asiento y puedo ver que en la mesa del lado hay una chica rubia, bien linda, vistiendo un atuendo deportivo que la va bien ceñido a su rico y escultural cuerpo. Su rostro es bello y bien maquillado, aunque más allá de esa belleza bien marcada y difícil de pasar desapercibida, sus labios carnosos parecían tener el efecto de algún tratamiento estético para hacerlos tan sensuales. Obviamente, me senté en la posición que más me daba oportunidad de verla.

Por alguna razón tuvo que dejar su mesa por algunos segundos y eso me dio la oportunidad de ver como su tanga se ceñía deliciosamente a través de su pantalón deportivo y dejaba ver ese poema de trasero que tenía. Tampoco podrían pasar desapercibidos, sus senos sólidos y de una piel dorada que a cualquiera le darían ganas de morir y reencarnar siendo el crio ...

... de esta preciosa mujer. En los primeros cinco minutos me brindo una cordial sonrisa, la cual correspondí con una frase corta: ¡Buenos días!

Creo que mi saludo fue el umbral para que ella se asomara y me preguntara que si me podía a acompañar a mi mesa. Obviamente pensé lo más lógico: Quería que yo le pagara su cuenta. Pero bien, realmente valía la pena si ese era el caso, pues realmente la que pagaba era la compañía para la que trabajaba, pues era parte de mis viáticos. Ella me pregunta con una sonrisa:

—¿Te molesta si comparto tu mesa?

—¡No! Para nada. Sera un placer compartirla con una chica tan hermosa como tú. Pero viéndolo bien, ¿Por qué no compartimos la tuya? – y fui yo quien me moví a su mesa.

—Ashley Brooks. –se presentó.

—Tony Zena. – y le extendí mi mano.

Hablamos y bromeamos un poco. Ella habla que está en su segundo año en una universidad local, que trabaja en mercadeo con una agencia de entretenimiento, que no tiene novio y que por el momento no piensa tener, le gusta el deporte y yo estimé que rondaba los 22 años. De mi parte ella conoció que estaba ahí de paso, que trabajaba para esta compañía química cuyas oficinas centrales estaban en esta ciudad, que no era casado, lo cual ella enfatizaba que no me creía, pero me había dicho sin muchos titubeos que yo le parecía guapo y un hombre encantador, y uno de sus últimos cumplidos fue un halago observador que ya varias personas me lo han dicho: Por alguna razón les gusta de la manera que tomo los ...