Intimidades
Fecha: 13/07/2021,
Categorías:
Incesto
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
Uno de esos señores que me excitan es don Ernesto, el dueño de la casa donde vivo con mis padres. Curso el último año de la preparatoria y vuelvo a casa alrededor de las seis de la tarde, dos horas antes del regreso de mis padres de sus trabajos. Por esto es que soy el encargado de pagarle el alquiler a don Ernesto.
Cada vez me calienta más estar a solas con él en el comedor, mientras le doy el dinero y él escribe y firma el recibo. Es un señor delgado, de estatura media, rostro enjuto y cabello gris. Siempre muy atildado. Yo lo miro disimuladamente y me pregunto cómo hacer para insinuarme y ver cómo reacciona. Varias veces lo descubrí mirándome, pero no sé…
Soy virgen y el deseo convive en mí con el miedo, pero me doy cuenta de que la calentura se va imponiendo sin prisa y sin pausa.
Me tengo confianza para seducir a don Ernesto, porque soy un lindo chico, muy lindo diría y espero que esto no les suene muy vanidoso. Pero, por otra parte, no sé si le interesará comerse a un varoncito por lindo que sea.
Cuando llegó el día en que don Ernesto pasaría una vez más a cobrar el alquiler yo estaba dispuesto a todo. Pero ocurrió algo tan maravilloso como inesperado. Tocó el timbre y lo fui a recibir con el corazón latiéndome aceleradamente.
-Buenas tardes, don Ernesto. –lo saludé mientras hacía girar la llave en la cerradura.
-Hola, Jorgito, cada vez más lindo vos… -me dijo y sentí que mi corazón latía cada vez con más fuerza.
-Ay, gra… gracias, don Ernesto… ...
... -pude murmurar.
Ya en camino hacia la puerta cancel, conmigo delante, le oí preguntarme: -¿Y tus papis?
-Bien, don Ernesto, en el trabajo, como siempre…
-¿Y a qué hora vuelven, Jorgito?
-A eso de… de las ocho, don Ernesto… -le contesté mientras abría la puerta del comedor y me hacía a un lado para dejarlo pasar.
Después lo acostumbrado, él sentándose en una de las sillas que rodean la mesa y yo yendo hacía la cómoda en busca del sobre con el dinero. Pero esa vez hubo algo sorprendente:
-Qué cuerpo tan lindo tenés, Jorgito… -le escuché decir y quedé paralizado en el gesto de abrir el cajón donde estaba el dinero. Yo vestía un jean ajustado y una camiseta, prendas que había elegido especialmente para llamar la atención de don Ernesto… ¡y lo había logrado!... Entonces decidí ir a fondo: -Ay, gracias… gracias, don Ernesto y… ¿y qué le gusta de mi cuerpo?... pregunté después de darle el sobre. Él tomó mi mano y la retuvo mientras yo me ponía coloradísimo, hasta sentir que mis mejillas ardían.
-De vos me gusta todo, Jorgito… Tu carita, esa curva de las caderas, la cintura tan fina, tus piernas y… y tu culito…
-Ay, don Ernesto… -murmuré cada vez más excitado. Yo hasta ese momento era virgen y las ganas convivían en mí con el miedo. Él me hizo sentar sobre sus piernas dándole la espalda y me estremecí al sentir la dureza de su pija.
-Fijate cómo me tenés, Jorgito… Muy caliente me tenés… -y se puso a acariciarme los muslos, por dentro y por fuera. Yo jadeaba de ...