1. Hablando sola


    Fecha: 20/05/2021, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    No sé si tengo derecho a quejarme de mi desgracia, cuando tengo una familia, vivo en una gran casa, con dos buenos coches y todos los bienes materiales que se pueden tener.
    
    - Hola cariño. Ya estoy aquí.
    
    - Hola.
    
    Acaba de llegar el centro de mi infelicidad, mi marido. Habrá salido a sacar la basura, que es lo más importante que hace en todo el día.
    
    Es una pena, porque cuando me casé con él era un joven prometedor, con talento, iniciativa. Pero no sé por qué se quedó estancado. No, más bien cayó en picado. Desde su alto cargo en una empresa constructora fue bajando y bajando hasta un punto indigno. Lo dejó, y tras varios trabajos temporales y de poca importancia, acabó de vigilante de seguridad. Pero un camión se cruzó en su camino, o más bien él se cruzó en el camino del camión que le produjo una compleja lesión de rodilla además de fracturas de tibia y fémur. Aunque también le reportó mucho dinero de indemnización por su invalidez. Así que ahí encontró el momento, con 49 años, de dejar de trabajar y dedicarse a ….. A nada.
    
    Hoy terminan mis vacaciones y mañana volveré a la oficina. Tendré que pasar como cada día por el paso elevado para peatones. Ese, debajo del cual, estará como cada día, como cada minuto, ese hombre mirando hacia arriba, esperando a mujeres con falda para ver sus piernas y todo lo que su vista alcance.
    
    Mañana ya no me importará alegrarle unos segundos de su largo día.
    
    Sentado o tumbado, allí estará ese hombre misterioso que ni trabaja ...
    ... ni mendiga. Tampoco molesta, sólo mira y ofrece su ayuda (sólo a mujeres, dicen) cuando ellas van cargadas con la compra o lo que sea. Mañana pasaré y verá lo que nunca le había mostrado.
    
    Ahora tengo que darle un repaso a la casa. Por lo menos a la planta baja. Aunque sea sólo el salón.
    
    Pongo un disco de Barry White y me pongo cómoda. Más ligera de ropa que otras veces. Sólo una camiseta larga, sin ropa interior. Es blanca y mi sudor la hace transparente. Barro con rapidez, friego sin parar, pero mi marido no me mira. Me acerco, me agacho, me paseo pero es inútil, no se fija en mí. Me arrodillo, me subo a una escalera .... pero nada. Ni caso.
    
    Quien no pierde detalle desde la casa de enfrente es nuestro vecinito Jaime, amigo de Alfredo.
    
    Ya está. Impecable ha quedado el salón. Ahora me daré una ducha.
    
    Compruebo que la mirada de Jaime me sigue allá donde voy. Así que en venganza a mi marido dejaré la ventana del baño abierta.
    
    Mientras me ducho Jaime me mira y disfruta. Me siento halagada. Por lo menos estoy haciendo feliz a alguien.
    
    -¡Alfredo! ¿Qué tal el examen de Lengua?
    
    - Creo que bien.
    
    - No te vayas, tienes que ayudarme a plantar en el jardín.
    
    - Espera mama, enseguida bajo.
    
    Me estoy dando cuenta de que últimamente viene del colegio y sube directamente a su habitación. ¿Será que ha empezado a fumar? Espero que no. Voy a subir.
    
    ¡Dios! Debí suponerlo. Se está masturbando. ¿Qué hago? ¿Le interrumpo? ¿Le grito? ¿Le dejo? Demasiadas preguntas, ...
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