1. La putísima madre (capítulo 3)


    Fecha: 12/05/2021, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    Fin de semana en la casa de la playa
    
    El viernes de tarde recorrimos los trescientos kilómetros que nos separaban de la costa. Después de casi tres horas de viaje llegamos a la casa, la cual era tan exuberante como nos había contado mi padre, o incluso más. Pero yo sólo estaba interesado en la exuberancia de mi vieja, quien, no sé si a causa del calor que hacía ese día o de haber satisfecho sus deseos prohibidos el día anterior, había decidido destaparse y andaba de lo más campante con el shortcito de mezclilla que le dejaba medio ojete al aire. Yo andaba detrás de ella como perro alzado mirándole el culo todo el tiempo.
    
    Esa noche no hicimos más que admirar nuestra nueva casa. Luego cenamos y nos fuimos a descansar. Recuerdo que durante la cena mi padre hizo algunos comentarios sugerentes que claramente buscaban encender a mi madre. Yo me hice el desentendido.
    
    La medianoche me encontró dando vueltas en mi cama. No podía dormir de lo caliente estaba, así que decidí visitar la habitación de mis padres. La puerta estaba entreabierta. Me acerqué sigilosamente en la oscuridad y metí oreja para ver si percibía algo de acción. Por lo que pude escuchar, parecía que mi viejo quería, pero mi madre no.
    
    —Salí de acá, no tengo ganas, estoy cansada –le decía mi vieja ante la supuesta arrimada de mi viejo en busca de carne.
    
    Yo estuve un rato escondido junto a la puerta hasta que sentí los ronquidos de mi viejo. Ahí decidí asomarme a ver si podía divisar algo de la carne de ...
    ... mi señora madre. “¿Cómo estará durmiendo?”, me preguntaba. “Seguro que bien sexy, por eso mi viejo atacó”, me respondía. Temblando de calentura, metí mi cabeza por la hendidura que dejaba la puerta entornada. Mis ojos vislumbraron la deliciosa silueta de mi vieja, iluminada tenuemente por la luz de la luna que se metía por la ventana. Estaba divina. Dormía colita arriba sin más atuendo que una diminuta tanguita blanca bien metida en el culo. Sus nalgas parecían dos preciosas montañas de carne que invitaban a ser mordidas. ¿Cómo no se iba a calentar el pobre hombre?
    
    Cuando vi ese paisaje no pude aguantar y me mandé para adentro con la verga al aire, pensando: “a ver si a ésta le decís que no, puta”. Entonces la tomé del tobillo; lo hice suavemente, tratando de no despertar a mi padre. Ella despertó sobresaltada y, al ver mi tremenda verga al punto de reventar, puso una cara de puta de esas a las que me tenía acostumbrado y se levantó de la cama lentamente, cosa de no despertar a su marido. Acto seguido, me agarró de la pija y, cinchando de ella, me llevó fuera de la habitación; como quien te lleva de la mano, pero de la pija. La seguí dando pasos inevitablemente cortos.
    
    A puro tironear de verga me condujo hasta la sala principal y me empujó sobre un sofá, en el cual caí sentado. Sin perder un segundo, la espectacular fémina comenzó a prepararse para la batalla. Primero se sacó la tanguita y se ató el pelo con ella, haciéndose una coleta. ¡Qué perra más sexy! Luego se ...
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