1. Mamá en el tren


    Fecha: 04/11/2017, Categorías: Anal Autor: Jullietta, Fuente: CuentoRelatos

    ... busca de mi pecho, que entendí que se había soltado de la barra. Pero no miré hacia atrás. Al contrario, apretaba mis muslos para sentir como sus dedos me hurgaban con pericia todo el sexo. Hasta me parecía oír el chasquido tan excitante que se produce cuando te hurgan con el coño empapado.
    
    Llevaba un sujetador de amamanto. Sí, de esos que llevan una tapeta delantera, justo delante del pezón, cerrada con un clip, para facilitar el poder amamantar al bebé. Y el clip ya estaba desabrochado. Me trabajaba con increíble destreza…
    
    Bajé mi mirada hacia allí, para comprobar que su mano quedaba oculta con las mangas anudadas de la rebeca sobre mi cuello. Aunque no me hubiese importado que me vieran...al contrario, más me excitaba. Pero quería evitar cualquier comentario que diese al traste con lo que me estaba haciendo. Él me hacía, y yo me dejaba.
    
    Así que, con una mano, ladeé un poco más la rebeca, para cubrir más zona de ese lado.
    
    Aprobó mi complicidad apretando suavemente con dos de sus dedos mi pezón, para seguir dibujando círculos sobre él, llevándome al límite.
    
    Su respiración también había cambiado, y sentía como su boca abierta ligeramente, y pegada a mi oreja, soltaba cortos y frecuentes jadeos que me enervaban todavía más.
    
    La noté, ardiente y desnuda en la otra nalga. Me la restregaba y estaba dura, muy dura. Mientras que me devoraba con sus dedos mi clítoris hinchado.
    
    Me dejé llevar. Como pude saqué un pañuelo de mi bolso. Y al hacerlo todavía me clavé ...
    ... más su miembro en mi nalga, al arquear mi torso. Disimuladamente hice un gesto como secándome la nariz. Sentía mi cara roja, y mi sexo a punto de estallar.
    
    Solté una mano del cochecito, mientras con la otra lo agarraba con todas mis fuerzas, intentado liberar parte de mi excitación a través de cerrar los dedos sobre el metal de la barra. Me clavé hasta las uñas…
    
    Bajé el brazo, y busqué con la mano abierta aquella maravilla de miembro. Lo masturbé con fuerza, con rabia, apretándolo contra mi nalga, cuando lo sabía libre de piel, toda bajada.
    
    Sucedió todo con una velocidad vertiginosa. Me sentí acabar, apreté mis muslos, y me abandoné a los temblores de un largo orgasmo. Creo que temblé entera. Y sentí un chorro caliente de semen en el centro de mis nalgas. En varias sacudidas, seguidas, mermando en su intensidad, pero deliciosamente perversas.
    
    Cuando retiró su mano de mi pecho y la sentí descender alrededor de mi cuerpo, le tendí la mano abierta con el pañuelo.
    
    Sentí como limpiaba mis nalgas y la entrada de mi culo, con una delicadeza inusitada.
    
    Entonces acerté a mirar el panel donde se anunciaba la siguiente parada. Diosss, era ya mi destino.
    
    Me giré y mirándole a los ojos le dije, lo confieso, un tanto turbada:
    
    -“Tengo que bajar en la próxima”-
    
    Me sonreía. Le miré de arriba abajo. No sé cómo lo había hecho, pero ya estaba totalmente compuesto en su aspecto personal. La bragueta perfectamente abrochada.
    
    -“No te preocupes. Yo te ayudo a bajar el ...