1. Tocando a mamá


    Fecha: 06/05/2021, Categorías: Masturbación Autor: gastelumj, Fuente: CuentoRelatos

    Corría el mes de Mayo. Mi Padre se había ido de juerga a Madrid, a la Feria de San Isidro. Mi Hermana estaba estudiando en una academia privada para la Selectividad, y sólo quedábamos en casa mi madre y yo.
    
    Yo tengo 18 años, delgado, de estatura normal y moreno. Y ella es más alta que yo, de 1.76 de altura, de 38 años, melena larga, delgadita pero con carnes y un pecho precioso, de medida 95 y muy bien formado, nada caído. Yo me llamo Manuel y ella Trini.
    
    El fin de semana, como hacía calor y en la ciudad es aburrido, decidimos ir a nuestra casa de verano en un pueblo de la Costa Norte de España.
    
    El viernes llegamos. Cenamos unas pizzas y a la noche salimos a tomar algo. Y quisimos ver a las 9 la puesta de sol maravillosa de todos los pueblos costeros.
    
    Nos fuimos al puerto y nos sentamos en una escalera donde no hay casi nadie, viendo cómo se despedía el sol, con alguna copita de más... miré para ella y la vi como a una mujer atractivísima. Tenía la mandíbula marcada y un cuello musculoso, que la hacían juvenil y atractiva. Ella me miró y me sonrió. Y, con confianza, bajé la mirada hasta su pecho. Ella llevaba una blusa y una chaqueta algo escotadas. Y me recreé la vista. Era notorio y mi madre miró para abajo para ver lo que yo miraba:
    
    —¿Qué miras, Lolo?
    
    —A esto. —Y de repente, impulsivamente y sin pensarlo, dirigí mi mano hacia su pecho, y lo palpé por encima de su chaqueta, y lo notaba carnoso y duro.
    
    Mi madre se levantó sorprendida pero no ...
    ... enfadada:
    
    —¿Pero qué haces? Anda, vamos.
    
    Y el sábado decidimos ir a una playa lejana, con poca gente, pues hacía ya bastante calor.
    
    Tenía una figura espléndida, alta, sin nada de grasa, y con un pecho de revistas, muy estilizado. No pude parar de mirarle en toda la tarde. Mientras dábamos un paseo a la orilla del mar, miraba su cuerpo, no le quitaba ojo, y la veía como a una mujer muy apetecible, olvidándoseme por completo que era mi propia madre, a la que llamaba mamá. Para mí era Trini, una guapísima mujer de 38 tacos.
    
    Decidimos ir a las rocas, donde nos sentamos a tomar el sol.
    
    Otra vez la miré y mi mirada se clavó en su escote, precioso...
    
    Ella dijo riendo: —¿Pero otra vez, cielo? ¿Dónde miras?
    
    Y de nuevo le acaricié su pecho izquierdo, palpándolo, y para disimular un poco le dije:
    
    —Es que las tienes muy bonitas y me gustan mucho.
    
    Esta vez duró más de los tres segundillos del puerto, y ella no protestaba. Ella bajó la mirada, quizá también por instinto, y se clavó en mi paquete, que ya abultaba a través de la bermuda:
    
    —¿Y tú qué? ¿No te puedo mirar?
    
    Astutamente le provoqué:
    
    —¿A dónde miras?
    
    Y ella con su mano tocó un poco mi paquete. Y yo me dejaba por completo.
    
    Agarró el pene excitado y dijo riendo:
    
    —¡Pero cómo lo tienes! Mejor nos vamos.
    
    Y mientras nos íbamos hacia nuestro sitio, le miré a su trasero, que se movía al compás de sus pasos, con unas carnes perfectas. Y, como había un cierto clima, le acaricié el culo. Ella puso cara de ...
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