1. La cueva de nieve


    Fecha: 06/05/2021, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    El viento soplaba enfurecido a través del chaparral lanzando copos de nieve como si fueran perdigones. Ni un atisbo de cielo ni una huella del camino podía verse por el soplo invernal. Carrie sabía que estaban perdidos. Algunas horas antes, la espalda de su marido había desaparecido en la helada oscuridad. Ahora ella caminaba pesadamente, medio congelada, únicamente con dos de los miembros del grupo original. Aterrorizada de que la dejaran atrás para morir, se aferraba a continuar con ellos.
    
    Como si fueran tuzas, ellos excavaron en la nieve formando una cueva apilándola masivamente. Habían excavado profundamente, lanzando la nieve detrás de ello, labrando paredes y techo y amontonando sus pertenencias para cubrir la entrada.
    
    La angosta cueva era un agradable refugio fuera del punzante viento. Agotados de su frígido esfuerzo, yacieron en sus espaldas para recuperar fuerzas. Entre ellos un cabo de vela sobre un candelabro improvisado, lanzaba negras sombras sobre las prístinas paredes. Su débil llama no era suficiente para atenuar el cortante frío, pero la atesoraban como si fuera la llave de su salvación. Más tarde al apagar la vela se apretaron juntos formando un capullo con las mantas. Carrie quedó en medio de los dos hombres, acurrucada buscado su calor. Afuera el viento desató su furia alrededor de ellos.
    
    Ella pensó en su marido y el resto del grupo. Traían una brújula y ahora estarían a salvo del mortal frío. Él no había siquiera mirado hacia atrás, a sabiendas ...
    ... de que ella no podía mantener el paso. Brotaron lágrimas de sus ojos azules mientras lo maldecía por lo bajo. En cambio los dos extraños entre los que se había acuñado habían procurado quedarse con ella, para evitar que muriera en el helado vendaval.
    
    Ella se adormilaba entrecortadamente, su sueño fragmentado por el temor de sucumbir al frío aletargante. Agradecida por la tibieza de sus compañeros se acurrucó más profundamente en el lecho cayendo en un inquieto sueño. A través del velo de su fatiga, sintió una mano ahuecarse sobre su pecho. Rodó sobre su costado pretendiendo estar dormida, renuente a abandonar el tibio refugio. La mano regresó, introduciéndose entre las ropas traslapadas en busca de la piel desnuda. Su respiración se detuvo en sus pulmones, mientras su mente indagaba qué hacer. Ella sabía que debía salirse, renunciar al calor, pero la idea de estar sola en la helada cueva estremecía de frío sus extremidades.
    
    Una segunda mano vino desde el otro lado y empezó a desabotonarle la blusa. La primera ya estaba pellizcando sus pezones con dedos callosos. Ella sabía que pronto ambos pechos caerían presa de sus manoseos. Imágenes de su esposo aparecían en su mente y se preguntaba qué pensaría si pudiera verla ahora. La furiosa forma posesiva que marcó su relación marital, se le atoró en la garganta como una pastilla ácida. Él exigía de ella una alta moralidad que no exigía para él y que ella jamás puso en tela de juicio. Pero el haberlo visto huir apurado de la ...
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